Un mar sin orillas

Trayectorias personales de supernumerarios, a raíz del curso de retiro predicado por san Josemaría en 1949

Este artículo continúa varios trabajos anteriores sobre los primeros supernumerarios varones del Opus Dei 1. Se busca entender qué suponía esta propuesta vocacional para un grupo de católicos de la década de los años cuarenta en España: qué trayectorias siguieron quienes maduraron la entrega a Dios como supernumerarios en esos primeros momentos y cómo el fundador del Opus Dei les transmitió el carisma que había recibido.

Una primera fase de esa historia va desde la petición de admisión de los tres primeros supernumerarios, en 1947, hasta la semana de retiro-convivencia de septiembre de 1948, en la que san Josemaría explicó a quince personas en qué consistía esa particular llamada a seguir a Jesucristo en el mundo, en el estado matrimonial o, por lo menos, sin compromiso de celibato. Un hito sucesivo fue el curso de retiro de Molinoviejo durante la Semana Santa de 1949, predicado enteramente por Escrivá.

En estas páginas se tratará de ese curso de retiro y de sus participantes. Ante todo, es preciso recordar brevemente el contexto en el que todo esto sucedía.

La situación de los supernumerarios en 1949

Desde 1947, tras la aprobación como instituto de derecho pontificio, el Fundador aceptó algunas personas como supernumerarios, pero fueron pocas. Al mismo tiempo iba delineando su vocación: la vida de oración que llevarían, el modo de atenderles espiritualmente, los apostolados que desarrollarían, etc. En enero de 1948 entendió claramente que esta llamada no se diferenciaba de la que habían recibido los miembros célibes, pues era un mismo fenómeno vocacional. Cambiaba solo la disponibilidad de tiempo y dedicación que cada uno podía ofrecer para las actividades internas del Opus Dei, en función de las circunstancias personales, sobre todo familiares, de los diversos miembros 2. La otra diferencia era que la vocación de supernumerario no incluía el celibato.

La Santa Sede aprobó esta vocación, aceptando que los miembros sin compromiso de celibato pudieran vincularse jurídicamente con el Opus Dei. Esto ocurría en marzo de 1948 y se confirmó, después de una ulterior clarificación pedida al Fundador, en junio de 1950 3. Con esa base jurídica y la disponibilidad de algunos laicos bien formados –entre los que destacaba Amadeo de Fuenmayor– y de un puñado de sacerdotes numerarios que se habían ido ordenando desde 1944, se estaba en condiciones de plantear ese camino vocacional a un número mayor de personas, garantizando su atención espiritual.

Se animó a los de la Obra a buscar posibles candidatos 4. Fueron saliendo algunos nombres: antiguos residentes de DYA, personas que se habían tratado en los años pasados en diversas ciudades, otros que conocían personalmente al fundador del Opus Dei, etc. Un grupo fue invitado a la ya mencionada convivencia en la casa de retiros de Molinoviejo en septiembre de 1948. De los quince que asistieron, seis habían pedido ya la admisión como supernumerarios. Los restantes nueve salieron de allí muy removidos, con la decisión prácticamente tomada de decir que sí a esa llamada, como la mayoría hizo en los siguientes meses.

Enseguida se organizaron otras actividades, como retiros mensuales en Madrid 5, y un curso de retiro en Alacuás (Valencia), que fue predicado por don Jesús Urteaga –uno de los sacerdotes numerarios– en los primeros días de diciembre de 1948 6. Se intensificó la búsqueda de otras personas que pudieran entender la llamada como supernumerarios.

La situación de las mujeres era más incipiente. En 1949 solo dos personas habían pedido la admisión como supernumerarias y las nuevas solicitudes tardarían en llegar, aunque después el crecimiento sería constante, hasta superar el inicial gap respecto a los varones, como ha estudiado María Merino 7.

El curso de retiro en la Semana Santa de 1949

El curso de retiro tuvo lugar en Molinoviejo, cerca del pueblo segoviano de Ortigosa del Monte, del 10 al 14 de abril de 1949, es decir, desde el Domingo de Ramos hasta el Jueves Santo. Los invitados no sabían quién lo predicaría, hasta que descubrieron, con grata sorpresa, que sería el mismo fundador del Opus Dei quien les atendería en esos días.

En total estaban presentes alrededor de veinte participantes 8. No hay una lista, pero se puede reconstruir casi completamente (solo hay una duda 9). A varios de ellos se les dedicará un espacio biográfico más amplio, pues han transmitido sus recuerdos de esos días. Son: José Ferrer-Bonsoms, de Barcelona, que trabajaba en el sector de seguros; José María Poveda Ariño, médico psiquiatra, de Valencia; León Mario Azara Pena, veterinario de Gandía; Miguel Deán Guelbenzu, farmacéutico, que vivía en Madrid, aunque era originario de Navarra; el donostiarra Francisco Javier Urquía Zaldúa, ingeniero; José María (Chemari) Hernández-Sampelayo López, universitario madrileño, y el romanista barcelonés Álvaro d’Ors. Además, se hablará del periodista croata Luka Brajnovic, que estuvo presente solo unos momentos, y que afirma que se encontraba allí su amigo Anton Wurster 10, aunque este dato no consta en el diario. Todos ellos acabarían pidiendo la admisión como supernumerarios tiempo después.

Otros asistentes fueron: Rafael Fontán Sáenz 11, arquitecto de Bilbao; Antonio Pons Pérez 12, notario de Gandía; Rafael de Balbín Lucas 13, catedrático de Gramática y Crítica literaria en la Universidad Central de Madrid, que fue residente de DYA entre 1934 y 1936; José Lucas Gallego 14, farmacéutico y bioquímico; José Salgado Torres 15, funcionario. Todos ellos pedirían la admisión en la Obra.

Por otra parte, están José María Ruiz 16; Jaime Aguilar Otermín, que estaba preparando oposiciones, y Luis Aldama: estos dos últimos eran amigos de José María Hernández-Sampelayo. Además, asistió un odontólogo de Reinosa, Eloy González Obeso, que había sido uno de los primeros muchachos en frecuentar las clases de San Rafael, en el Asilo de Porta Coeli, en 1934 17. También se encontraba Silverio Palafox Boix, padre de Emilio y Silverio, miembros del Opus Dei. Junto a los participantes estaban en la casa como organizadores Amadeo de Fuenmayor, Juan Antonio Paniagua y Fernando Valenciano; además se encontraba allí Alberto Ullastres, que conducía el automóvil de san Josemaría, y Florentino Pérez Embid, que apareció en los últimos días 18.

Entre los asistentes había una representación de varias localidades españolas: Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, Gandía, Reinosa… Sus edades oscilaban entre los sesenta y cinco del mayor y los veinticinco de los más jóvenes. Había dos catedráticos de universidad y varios profesionales ya afirmados; pero la mayoría eran todavía jóvenes profesionales o preparaban oposiciones: cinco estaban en la década de los veinte, mientras siete en la de los treinta. Varios obtendrían altos puestos en la vida política o económica del país, aunque en aquellos momentos tal futuro no era previsible por su juventud; y algo similar podría decirse de los que a la larga destacarían en el campo científico y académico.

Sí se puede suponer, sin anticipar conclusiones, que algunos de ellos encontraron en las palabras de Escrivá el aliento para comprometerse en llevar los valores cristianos a la propia vida profesional y social –así lo han declarado en algunos recuerdos–, con espíritu de servicio a la colectividad y sin abstencionismos. No es posible, evidentemente, medir el grado de influencia que las ideas de Escrivá tuvieron en este plano, pero, como se verá, su predicación y sus consejos impulsaron a un grupo de hombres a dedicar la propia vida a cultivar una profunda amistad con Dios conjugándolo inseparablemente con el deseo de iluminar la sociedad, la ciencia, la cultura en que vivían, con la luz del Evangelio, cada uno según sus posibilidades. Bien se puede decir que lo que escribiría en los años sesenta, refiriéndose a la obra de San Gabriel, aleteaba ya en este curso de retiro de 1949: «Toda nuestra labor apostólica va directamente a dar sentido cristiano a la sociedad humana, pero con la obra de San Gabriel llenamos todas las actividades del mundo de un contenido sobrenatural, que –a medida que se vaya extendiendo– irá contribuyendo eficazmente a solucionar los grandes problemas de los hombres» 19.

La historia personal de varios de los asistentes, en algunos casos rememorada por ellos mismos, permite reconstruir una parte del apostolado del Opus Dei, y más particularmente de la obra de San Gabriel, en sus primeros decenios.

El curso de retiro de Molinoviejo visto por José Ferrer-Bonsoms

«El día 10 de abril de 1949 –escribe José Ferrer-Bonsoms–, Domingo de Ramos, estaba anocheciendo cuando llegué al apeadero de Ortigosa del Monte, provincia de Segovia, y me bajé, con unos cuantos hombres más que no conocía, del tren de cercanías que había tomado en la estación madrileña del Norte. Nos esperaba, en el apeadero, Amadeo de Fuenmayor, y bajo su guía, por un caminito que alumbraba con una linterna, llegué por primera vez a Molinoviejo» 20.

José Ferrer-Bonsoms Bonsoms 21 era un joven economista, procedente de Barcelona, donde vivía con su mujer, Carmen Millet, desde su boda en 1946. En febrero de 1949, había recibido una carta de su amigo Ramón Guardans, en la que le invitaba al curso de retiro. «Aunque faltaba más de un mes –recordaba–, le contesté telegráficamente aceptando, siguiendo un impulso que no me he sabido explicar nunca» 22.

Lo inexplicable de aquella telegráfica aceptación se entiende mejor conociendo las disposiciones interiores de Ferrer-Bonsoms. Ya en la primavera de 1943 se había acercado al Opus Dei 23, pero, como él mismo escribía, en esos años tenía yo escasa formación y, por lo que recuerdo, ninguna visión sobrenatural –en realidad, no sabía lo que era–. Cuando era estudiante de Bachillerato, primero en el Colegio de los Padres Escolapios en Villanueva y Geltrú y luego en el de los Hermanos de la Doctrina Cristiana en Tarragona, había hecho en dos ocasiones Ejercicios Espirituales. Mi recuerdo es que los dos sacerdotes que nos los dieron eran muy buenos, pero mis defensas egoístas e incluso ateas, impidieron que su palabra penetrara 24.

Además, la situación familiar no era de las mejores para ausentarse del hogar por unos días. «Teníamos –escribe–, en aquellos primeros meses de 1949, un hijo de año y medio y esperábamos el segundo para últimos de junio. Era la primera vez, desde que nos casamos, que Carmen y yo nos íbamos a separar por más de un día. Por otro lado, mi padre había tenido otro infarto hacía poco y, aunque lo había superado, seguía en estado relativamente grave (murió en noviembre del mismo año 1949)» 25.

A pesar de todo partió hacia la capital, pero una vez allí le asaltaron las dudas. «Viajé de Barcelona a Madrid, en tren, la noche del sábado al domingo. Me encontré solo en Madrid, el Domingo de Ramos y estuve varias veces decidido a tomar otro tren y volverme a Barcelona, pero no lo hice. Por la tarde fui a ver un partido de fútbol y, antes de que terminara, a tomar el tren siguiendo las indicaciones que había recibido de Ramón para llegar a Molinoviejo» 26.

Una vez en la casa, saludó a los demás participantes, que venían desde diversos lugares de España, y a san Josemaría. Al día siguiente, Lunes Santo, el fundador del Opus Dei les predicó por primera vez.

«El Padre [san Josemaría] nos dio una meditación, celebró la Santa Misa, nos dio la Comunión… No había otro sacerdote y el Padre nos daba todas las meditaciones –cinco o seis al día–, hablaba con quien desease hacerlo, estaba totalmente entregado a nosotros. Recuerdo que le dije que mi padre estaba delicado y dispuso que me dieran todas las facilidades para que pudiera ir, casi cada día, a Segovia, a llamar por teléfono a mis padres. Pero no hablé detenidamente con el Padre hasta el último día» 27.

El curso de retiro no estaba pensado para explicar o promover la vocación al Opus Dei entre los asistentes, pero sí para operar una conversión profunda en ellos, haciéndoles experimentar un encuentro personal con Jesucristo:

En las más de veinte meditaciones que el Padre nos dio, no nos habló de la Obra. Nos habló muchísimo de Jesús y de María, de San José y de los Ángeles Custodios, del Papa y de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Dentro de un tono coloquial, de conversación íntima de amigo, las palabras del Padre operaron inmediatamente en mí un cambio total de actitud, una conversión. Me descubrieron, como una realidad viva, como la única realidad, el inmenso, el infinito amor de Dios por mí, por encima de mis pecados y de mis fracasos, que yo no me aceptaba, no me perdonaba. Las palabras del Padre me llevaron inmediatamente al Amor de Jesucristo –del que procedían–, al Camino. Recuerdo que pasé muchos ratos en el oratorio, pidiendo perdón, dando gracias y… llorando: empezando a buscar a Jesús 28.

Un momento esperado por los participantes fue la charla con el predicador. El joven economista se sintió acogido por Escrivá:

Me atendió con gran cariño y delicadeza. Recuerdo que me indicó que me sentara, pero yo le dije que deseaba, en primer lugar, confesarme. El “clima” era de gran libertad, el Padre tenía la actitud de hacer solo lo que yo deseara, de ayudarme. Me había llevado al Camino, a Jesús, y él desaparecía, se quedaba en un último plano. Le pedí ayuda para corresponder al amor de Jesús. Me dijo –estábamos ya sentados, después de haberme confesado– que tuviera un pequeño plan de vida, me dio un papel de un bloc y un lápiz y me dijo que escribiera: Meditación. Santa Misa. Comunión. Ángelus. Visita al Santísimo. Santo Rosario. Leer el Evangelio… Me cogió el papel y el lápiz y escribió, con sus trazos firmes, seguros: “Examen: 1) ¿Qué cosas he hecho bien? Dar gracias.

2) ¿Qué cosas pude haber hecho mejor? 3) ¿Qué cosas he hecho mal? Perdón. Propósitos” 29.

El cambio que experimentó José Ferrer-Bonsoms fue radical. A la vuelta de los años, aquel curso de retiro aparecía para él «como el acontecimiento más decisivo de mi vida. No en cuanto, por supuesto, a mi actividad profesional, a mi vida familiar, social, que fueron y siguen siendo las corrientes de un padre de familia que lucha para cumplir con sus responsabilidades. Pero sí en cuanto a la dimensión de estas responsabilidades, en el empeño en servir, en, desde y por mi vida ordinaria, al estilo de Jesucristo, tal como el Padre –ipse Christus– me enseñó y me enseña a ver y a seguir» 30. Unos meses después se sintió llamado por Dios a una vida de entrega y pidió la admisión como supernumerario el 4 de octubre de 1949.

Ferrer-Bonsoms cuenta una pequeña anécdota sobre el final del curso de retiro, que Amadeo de Fuenmayor rememora con más detalle, por lo que seguimos su versión:

Por temor, sin duda, de que se produjera una explosión de entusiasmo, el Padre no quiso levantar el silencio, y en silencio llegamos a la última plática. Siguiendo sus indicaciones, yo aguardé –con los demás– en el oratorio después de terminada la plática, hasta oír el ruido del motor del coche en que regresó a Madrid. Entonces, tras decir yo la jaculatoria acostumbrada –“Sancta Maria Spes nostra, Sedes Sapientiae”–, salimos todos y bien recuerdo que tuve que defenderme de aquellos hombres que se alborotaron un tanto al comunicarles que el Padre se había marchado ya 31.

Ferrer-Bonsoms vivió la aventura de criar y educar a quince hijos con su mujer, Carmen Millet Muntadas, también supernumeraria. Su vida no fue fácil. Aunque llegó a ser un empresario importante 32, en sus comienzos había pasado necesidades materiales de todo género, trabajando desde muy joven 33 para pagarse sus estudios de profesor mercantil en Barcelona y de actuario de seguros en Madrid. Después empezó a ocuparse en el sector de seguros con el empresario catalán Félix Millet i Maristany 34, quien en 1951 le envió a Chile y Argentina. En estos países jugó un papel significativo en el desarrollo de la labor del Opus Dei 35. Vivió seis años en Buenos Aires, donde fundó una industria.

A su vuelta a España se incorporó al Banco Popular y, entre 1960 y 1961, fue alumno del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE, Universidad de Navarra). Se incorporó después, como consejero delegado, al Banco Atlántico, y, desde 1963 fue el presidente de Bankunión, la Unión Industrial Bancaria, fundada en Barcelona aquel año. Desde esta entidad apoyó y ayudó a crear cientos de empresas, sobre todo en Cataluña. La iniciativa más importante fue la construcción de las autopistas Barcelona-La Jonquera y Montgat-Mataró, que luego ampliaron su recorrido. La primera se inauguró en 1969.

La crisis económica a finales de los años setenta y diversos problemas en el sector bancario español, le llevaron a renunciar a sus cargos y a tener que recomenzar profesionalmente. Al regreso de una nueva estancia en Argentina, entre 1981 y 1983, se encontró sin empleo. Pero quiso, a los sesenta y tres años, realizar las oposiciones de censor jurado de cuentas, que superó exitosamente. Después ejerció la libre profesión de auditor 36. Quienes le conocieron destacan su alegría contagiosa y su sobriedad y austeridad personal, así como su celo apostólico, también en sus últimos años de enfermedad 37. Falleció en Pamplona el 14 de abril de 2001, justo cincuenta y dos años después del curso de retiro de Molinoviejo.

El desarrollo del curso de retiro y la predicación de Escrivá

La mención de Ferrer-Bonsoms a la predicación de Escrivá nos introduce en un aspecto clave de esas jornadas y de la entera orientación que el Fundador quiso dar a la obra de San Gabriel: la predicación de san Josemaría les desveló el infinito amor de Dios por ellos y les llevó a enamorarse de Jesucristo, hasta –en bastantes casos– decidirse a entregarle la vida.

El diario de esas jornadas nos ha conservado algunas ideas de esas meditaciones. Aunque casi ninguna frase sea literal, puede ser útil recoger algunas aquí. La primera noche, al terminar la cena, hubo una tertulia en la que san Josemaría respondió a muchas preguntas sobre la Obra. Hablando de los participantes, el diario anota: «Todos ellos con buenos amigos de Casa, con posible vocación de Supernumerario en un plazo más o menos corto; bastantes con un deseo ardiente de pedir la admisión» 38. Varios habían tenido que superar importantes dificultades para llegar, tanto familiares como económicas, que se solucionaron providencialmente.

Esa noche, en la meditación preparatoria, Escrivá dio las pautas para esos días, como recoge el autor del diario: «¿Para qué habéis venido aquí? Para conocer mejor a Jesús y amarle y servirle más. Basta que pongamos un pequeño esfuerzo de nuestra parte y Él hará todo. Ej [ejemplo] del hombre de la mano seca: “Extende manum tuam!” 39. Y si ni de un esfuerzo somos capaces Él hará que podamos mirar hacia arriba, como hizo con la mujer encorvada» 40.

Al día siguiente, durante la segunda meditación, san Josemaría habló sobre la fe. Para Javier Urquía, lo hizo «en términos casi idénticos a una cinta magnetofónica que oí unos años más tarde» 41, de cuya transcripción se serviría Escrivá para escribir una homilía, primero publicada en 1973 y después confluida en Amigos de Dios, en 1977 42: Vida de fe. El diario recoge algunas ideas de esa meditación:

Jesucristo vive hoy como ayer y siempre. Con el mismo poder, con el mismo amor. ¡Evitemos la consideración de [que es] una simple figura histórica! Ejemplos del Evangelio: el ciego de nacimiento: “¡Ve y lávate!”. Va con fe y vuelve curado 43. Otro ciego a la entrada de Jericó, Bartimeo 44. “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. La gente le dice que se calle, como los que nos rodean: ¡no hagas caso, no te compliques la vida! Pero él grita más. “¡Alégrate, que te llama!”, le dice un amigo bueno. Arroja la capa; desprendimiento. “Tu fe te ha salvado”. Fe operativa, fe con obras, superando las contradicciones 45.

Las demás meditaciones de ese día fueron dedicadas a diversos temas: el fin del hombre; el pecado; la muerte. La última meditación del día –refiere el diario– fue sobre la humildad:

Es el cimiento de la vida interior. No esa falsa humildad que se opone a la voluntad de Dios, como Pedro en el lavatorio de los pies 46. “No soy digno, no sirvo…”. Ni esa blandenguería que no cumple los deberes, ni exige los derechos. ¡Cuidado con ser humildes en medios difíciles y unas fieras en el seno familiar! No ser de esos “santos” que para aguantarles se precisan dos santos. El 90% de los disgustos proceden de la soberbia y el 10% de la carne. Secreto de [la] felicidad: ¿quieres ser feliz? ¡Se santo! ¿Quieres ser muy feliz? ¡¡Se muy santo!! Estoy persuadido de que solo serán felices en el cielo, los que somos felices en la tierra. Dureza con nuestras miserias, comprensión con las ajenas. No se precisan gestos ni palabras pseudo humildes; ¡la humildad es la verdad! Jesús humillado hasta la Cruz. Hasta la Eucaristía 47.

El tiempo primaveral era muy agradable, refiere el diario, y se notaba el fervor de los asistentes. Uno de ellos, Lucas Gallego, fue a pedir la admisión en la Obra a san Josemaría, de quien recibió «un no rotundo», como explica el diario.

«Le dice que espere al otoño, pero a Lucas le parece demasiado tarde y busca la intercesión de Amadeo; este no le da ninguna esperanza y nada dice al Padre. Entonces Lucas lo encomienda con fe a Isidoro y al día siguiente, sin mediar ninguna insistencia le llama el Padre y le permite escribir la carta» 48.

El siguiente día, los temas fueron: la comparación ignaciana del Rey temporal; la Encarnación; el Nacimiento de Jesús. Entre las notas de esta última meditación, se lee:

“Nacimiento de Jesús”. Naturalidad de la Sagrada Familia; todo sencillo, todo humilde. Vida santa sin rarezas, en nuestro ambiente y condición. A muchos les parece raro que no seamos raros. El primer anuncio de Navidad se da a unos pastores, porque son humildes y porque están en su trabajo, guardando sus rebaños. ¿Encontramos al Señor en la propia profesión? La Virgen, como cualquier madre, faja al niño y lo acuesta. Y luego le adora con S. José, con los pastores y los Ángeles 49.

En la cuarta meditación de ese día continuó tratando del Nacimiento de Jesús, para introducir el tema de la caridad:

Cristo nos da en Belén lecciones de toda clase de virtudes, pero, sobre todo, de caridad. Por amor está allí hecho un débil niño. “Mandatum novum…” 50 y hoy aún sigue siendo nuevo. Los hombres no se aman; los cristianos no se aman. Y esa es la característica que precisamente quiere el Señor para los suyos. En los tiempos de Jesús el mundo ardía en lujuria. Jesús es la pureza misma (“se admiraban de que hablara con una mujer” 51), pero con todo, no dice “os conocerán en que sois castos”. Dominaba la soberbia en Roma; Jesús es “manso y humilde de corazón” 52 pero no dice “os conocerán en que sois humildes…”.

¡Os conocerán en que os amáis! No esa caridad oficial, fría (“Aquí me tratan con caridad, pero mi madre me trataba con cariño”); caridad ardiente, auténtico cariño. Ejemplos de la caridad de Jesús; con los discípulos, con la adúltera, con Zaqueo, con la viuda de Naim… Y comencemos por los nuestros; No seamos muy atentos con los demás e insoportables en nuestras casas 53.

En la última meditación de ese día trató de la mortificación y en la primera del día siguiente, 13 de abril, volvió a otro tema sacado de los Ejercicios espirituales de san Ignacio, el símil de las “dos banderas” 54. Ponía delante de los ojos de quienes le escuchaban la llamada de Jesús a sus apóstoles, para predicar la llegada del Reino de Dios: «Te llama a ti, que por lo menos tienes vocación de cristiano, y tal vez vocación a algo más. Lo que te impide seguirle no es una cadena ni maroma; es hilo de seda o tela de araña, pero lo mismo te ata. Pide al Señor luz y fuerza para romperla» 55.

«En la segunda meditación, expone el Padre la parábola de la cizaña», continúa el diario, introduciendo el tema de la responsabilidad de los laicos católicos en la tarea de iluminar el mundo con la luz de Cristo, tema central en la propuesta que san Josemaría dirigía a los que pensaban en su posible vocación como supernumerarios y a los cooperadores:

Digamos a Jesús con la sencillez de los apóstoles: “Edissere nobis parabolam” 56. “Mientras los hombres dormían…”; ¡los hombres que tenían obligación de vigilar! Tú tienes el deber de guardar solícitamente el campo del Señor. “Vino el enemigo y sembró cizaña”. Como en esas murmuraciones villanas, miserables, a espaldas del interesado. Muchas veces los “buenos” arrancan la honra del prójimo a dentelladas. “No arranquéis la cizaña, dejad que crezca con el trigo”. Y así, conviviremos con los malos, pero sin dejarnos dominar por ellos.

¡No hay derecho a meterse en casa! ¡No es admisible un católico en privado y laico en público! ¡A la política, a la dirección en la economía! Dar todo lo que podamos sin miedo. Experiencia de la inhibición de los católicos en los primeros tiempos de la unidad italiana; aquello fue [una] grande protesta, pero de ordinario no ha de ser así 57. Si algún día hay que lanzarse a las calles a hacer propaganda yo iré el primero. Cada uno con libertad de opinar a su modo en lo opinable, pero siempre con un denominador común: Amor y servicio a la Iglesia de Cristo. Tres grandes amores: Jesús, María y el Papa 58.

José María Poveda Ariño, un psiquiatra valenciano

Volviendo a los asistentes, nos referiremos ahora a José María Poveda Ariño 59. Conoció a san Josemaría hacia el final del verano de 1939, en los difíciles momentos de la posguerra española. Desde 1934 recibía el acompañamiento espiritual de don Eladio España, «un sacerdote de virtudes y piedad notables, dedicado muy especialmente al apostolado de jóvenes universitarios» 60, que con el tiempo llegaría a ser muy amigo de Escrivá de Balaguer, y que encaminaría hacia la Obra a un buen número de futuros miembros del Opus Dei.

Desde hacía años, don Eladio venía hablando a Poveda de entrega a Dios y el joven médico pensaba que «el haber sobrevivido a la guerra era signo de una mayor exigencia en el servicio de Dios Nuestro Señor y de las almas». Fue el sacerdote valenciano quien le presentó al fundador del Opus Dei, como «el autor de un libro con el que podía hacer oración: Camino, cuya primera edición veía la luz aquellos días en Valencia, mi ciudad natal». La impresión fue muy favorable y Poveda mantuvo el recuerdo de haber encontrado a una persona no solo dotada de una «vigorosa y equilibrada personalidad», sino también de una «natural sobrenaturalidad» 61.

No volvieron a verse hasta diez años después, cuando participó en el curso de retiro en Molinoviejo, al que nos estamos refiriendo. Como también había subrayado Ferrer-Bonsoms, Poveda anota que desde la meditación preparatoria hasta la final sobre el encuentro del Señor con los discípulos de Emaús, la fe del Padre aparecía centrada en la Persona de Jesucristo a través de un vivísimo diálogo con el texto de los Santos Evangelios: “Cristo, ayer, hoy y siempre”, “… ¡verdadero Dios y verdadero Hombre!”, “Cómo te veo Cristo…, cansado, dormido en el fondo de la barca” (cfr. Mc., IV, 38 y Lc., VIII, 23). “Fatigado por el camino, sentado junto al pozo de Jacob” (cfr. Jn., IV, 6). “Cristo, con un corazón como el mío, como el tuyo” 62.

Poveda también tuvo su charla personal con san Josemaría: «Habiéndole manifestado mis disposiciones interiores y mi entusiasmo personal en orden a la vocación, me animó sencillamente a perseverar en las primeras, indicándome plantease este asunto a los directores de Valencia, donde entonces residía: allí me dirían lo que tenía que hacer» 63. Así lo hizo y pidió la admisión como supernumerario, pocos días después, el 7 de mayo de 1949.

Luego –se lee en sus recuerdos–, durante el curso 1949-50, en algún viaje que hizo a Valencia, estuve con él en la residencia de la calle de Samaniego. Éramos entonces tres socios supernumerarios en aquella ciudad: Antonio Ivars, Carlos Verdú y yo. Creo que acudían también Antonio Pons, ya fallecido, y Mario Azara desde Gandía, y supe que era el propio Padre quien nos hacía llamar. Me hablaba siempre de oración y de la necesidad de formarme muy bien profesionalmente 64.

Así lo hizo, en efecto. Poveda era doctor en Medicina y llegó a ser un relevante profesional en el campo de la Psiquiatría. Una característica de su actividad fue prestar especial atención a la formación de psiquiatras y psicólogos, tal como le había recomendado en otro momento san Josemaría 65. Fue jefe del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, jefe de servicio del entonces Hospital Psiquiátrico Alonso Vega (hoy día Hospital Doctor Rodríguez Lafora) y fundador de la Asociación Católica Internacional de Psicología Médica y Psicoterapia. Escribió muchos trabajos de su especialidad y un estudio sobre la personalidad de Santa Teresa de Jesús.

Quienes le conocieron destacan su fidelidad a la vocación, su generosidad y su espíritu apostólico. Impartía un círculo de cooperadores a amigos suyos y dirigía una tertulia sobre temas doctrinales para otros de ellos. Hasta el día de su fallecimiento estuvo trabajando y atendiendo su encargo de celador de su grupo de supernumerarios 66.

Mario Azara y los primeros supernumerarios de Valencia y Gandía

León Mario Azara Pena 67, mencionado por Poveda, fue otro de los primeros supernumerarios del levante valenciano. Azara era un veterinario del cuerpo militar, amigo de Carlos Verdú, un abogado valenciano que había conocido a san Josemaría en 1939, durante el primer curso de retiro que el Fundador predicó en el Colegio Mayor San Juan de Ribera, en Burjasot, Valencia. Verdú, junto a Antonio Ivars, fueron los dos primeros supernumerarios levantinos y habían participado en el mes de septiembre anterior en el ya mencionado retiro-convivencia de septiembre de 1948 en Molinoviejo 68. De allí regresaron encendidos por el panorama vocacional que san Josemaría había desplegado ante ellos y pidieron la admisión en la Obra.

El propio Verdú recordaba que había vuelto de Molinoviejo «con el entusiasmo contagioso que nos trasmitía el Padre» 69 y no tardó en invitar a su amigo Azara a participar en el ya mencionado curso de retiro que predicó don Jesús Urteaga, en los primeros días de diciembre de 1948, en Alacuás (Valencia). «Recuerdo –anotaba Azara– que en una de las conversaciones que tuve con D. Jesús, éste me preguntó: “¿Quieres ser santo?”. Le contesté: “Como todos. Quiero ser santo”» 70.

Azara y Verdú habían coincidido en el Congreso Eucarístico Arciprestal en Gandía. «Para la organización de este Congreso –recuerda Azara– actuábamos algunos socios de Acción Católica de Gandía y, al terminar este, Carlos, queriendo no perder el contacto con algunos de los que habíamos llevado gran parte de la organización de dicho Congreso, nos reunía en casa de Antonio Pons, notario de Gandía, y nos leía algunos puntos de Camino y nos hablaba del Opus Dei, iniciando así mis primeros contactos con la Obra. A estas reuniones las conocíamos con el nombre de “Fragua”» 71.

En febrero de 1949, Azara tuvo la oportunidad de conocer personalmente a san Josemaría. Verdú supo que el fundador del Opus Dei pasaría por Valencia y le pidió ser recibido junto a un notario, un médico y un veterinario que deseaban conocerle.

El Padre me concedió esta audiencia –relataba Verdú–, estuvo con nosotros algo más de un cuarto de hora y en el rostro de los oyentes se percibía claramente el entusiasmo apostólico que despertaban las palabras del Padre. Recuerdo que, al despedirnos, me llamó aparte preguntándome qué tiempo había desde el lugar en que estábamos –era precisamente la Residencia de Samaniego– a la Estación a la que los iba a acompañar. Y diciéndole que sobre una media hora, me contestó: “Te sobra tiempo; llevan el rejón de muerte” 72. Con ello me dijo el Padre que los encontraba tan dispuestos que, en esa sola media hora, podía plantearles el tema de su vocación a la Obra 73.

Los amigos de Verdú eran Antonio Pons (el notario), Joaquín Bellver (el médico) y Mario Azara (el veterinario). Recordando esa entrevista, Azara escribía años después que «nos recibió en la Residencia de Samaniego y sin pérdida de tiempo, luego de las presentaciones, nos empezó a hablar de Dios y de santidad. Al preguntarnos si nos aburría su palabra, todos a una contestamos que no. A la salida, ya solos, comentábamos que nos había dado una meditación, y de lo amable y cariñoso que se había mostrado» 74.

El mismo Azara, rememorando el proceso de discernimiento que le llevó a la entrega como supernumerario del Opus Dei, evidenciaba los pasos que seguramente muchos otros recorrieron en esa época: descubrir el espíritu de la Obra a través de Camino y de algún amigo, ya miembro o simpatizante; participar en un curso de retiro –en este caso fueron dos–, y conocer personalmente al fundador del Opus Dei. Este proceso se vio, por así decir, confirmado durante el curso de retiro al que Azara participó con el Fundador en la Semana Santa de 1949. Durante esos días, contaba años después, «Hablé con el Padre en dos ocasiones. Yo creía que lo que me proponían como camino para alcanzar la santidad lo estaba viviendo en las asociaciones a que estaba afiliado y así se lo hice saber al Padre. No había llegado a captar todavía lo que el Opus Dei había de representar en mi acercamiento a Dios, a lo largo de mi vida» 75.

También este aspecto lo encontramos en los itinerarios de varios de los supernumerarios de la primera hora: eran personas que colaboraban activamente con la Acción Católica o en otras asociaciones apostólicas o de piedad. En el Opus Dei descubrieron una llamada concreta a la santidad, una misión apostólica para ellos en el mundo, especialmente en los lugares de trabajo, para iluminarlos con la luz de Cristo:

Me hablaba de la necesidad de ser santos, de que ya era hora de que los laicos nos lanzáramos –no son palabras textuales– a vivir el Evangelio, procurando ser santos en medio del mundo, en el ambiente en que Dios nos ha colocado y el lugar que cada uno ocupa en la sociedad, procurando llevar a Cristo a todas las actividades humanas o temporales. Me ponía como ejemplo la revista “ARBOR” en la que colaboraban algunos socios del Opus Dei 76.

Cuando el curso de retiro estaba terminando, charlaron otra vez. A Mario Azara no le quedaban dudas: «había visto claro que el Señor me llamaba al Opus Dei. No obstante, se me indicó que me fuera a mi ciudad donde vivía y, si durante un mes seguía con el mismo propósito, pidiera la admisión a la Obra» 77. De vuelta a Gandía continuó con un plan de vida de piedad muy completo, y cada vez me encontraba más convencido de pedir la admisión al Opus Dei. Han ido pasando los años y a través de ellos he ido recibiendo una formación espiritual que me lleva a una presencia de Dios casi continua, a rectificar la intención con frecuencia, a vivir alegre aun en los momentos de prueba, a amar mucho al Padre, a la Iglesia, a la Virgen, a la Eucaristía, a la Santísima Trinidad y a San José. Se me ha inculcado una gran devoción a los Ángeles y a los Santos. A cuidar la Liturgia. A amar a los hombres y al mundo. A comprender, perdonar y amar a todos. A santificar el trabajo ordinario, ofreciéndolo al Señor… 78.

No tuvo que esperar mucho. El 20 de mayo de 1949, Mario Azara pedía la admisión en el Opus Dei. También sus amigos de Gandía, Antonio Pons y Joaquín Bellver, siguieron los mismos pasos. Con la ayuda de Carlos Verdú, constituyeron un foco de irradiación apostólica en Gandía.

En su ciudad, Azara era muy conocido por su colaboración con diversas instituciones y por su labor profesional. Le faltaba el brazo derecho, que perdió en la Guerra civil española. Los que le trataron en la Obra recuerdan su perseverancia apostólica en el trato con sus amigos –tenía, por ejemplo, una tertulia todos los sábados con colegas veterinarios– de los cuales acercó a Dios a un buen número, y varios recibieron también la vocación a la Obra. Era encargado de coordinar las actividades de un grupo de supernumerarios y prestarles ayuda espiritual, cometido que procuraba seguir con responsabilidad y cariño hacia las personas 79. Con su mujer, María García, que también era de la Obra 80, tuvo siete hijos.

Su última enfermedad no le impidió seguir muy de cerca las noticias de la Obra y del apostolado. Para evitar olvidos, cuatro días antes de morir –cuando estaba ya muy delicado– pidió que se le escribieran los objetivos apostólicos por los que tenía que rezar, para secundar la intención mensual por la que todos los miembros del Opus Dei ofrecen oraciones y sacrificios.

Un exiliado croata llega tarde a la cita: Luka Brajnovic

Luka Brajnovic Dabinovic 81, exiliado croata, tenía previsto asistir al curso de retiro, pero un despiste le impidió participar. Era amigo de Vladimiro Vince 82, el primer miembro no español del Opus Dei, que había pedido la admisión en la Obra en Roma, el 26 de abril de 1946, y de Anton Wurster 83, otro croata que conoció el Opus Dei en Roma y que pediría la admisión más tarde como supernumerario 84.

Brajnovic había llegado a España después de unos años dramáticos. Había nacido el 13 de enero de 1919 en Kotor, ciudad situada en una bahía de gran belleza en el actual Montenegro, en la costa de la Dalmacia. Desde 1420 hasta 1797, ese enclave había pertenecido a la República de Venecia, con el nombre de Cattaro. El régimen fascista de Mussolini procedió a su anexión al Reino de Italia, durante la Segunda guerra mundial, entre 1941 y 1943, y esto determinó, como veremos, el comienzo del calvario del joven croata.

Brajnovic –invitado por Wurster– había participado en unas tertulias en el Colegio Mayor Moncloa, donde no sacó una idea muy clara acerca del Opus Dei, pues le parecía algo similar a una organización de intelectuales católicos de su país. Wurster le invitó al curso de retiro de Molinoviejo y aceptó participar, pero, como recordaba Brajnovic, «no me fui con él. Días antes me trasladé de Madrid a Segovia a casa de un amigo con el que iba a organizar una exposición de fotografía con motivos de mi tierra 85. Pensaba ir desde allí a Molinoviejo. Y lo hice, pero uno o dos días (no me acuerdo exactamente) más tarde de la fecha indicada por Wurster» 86.

Al llegar a la casa le dijeron que ya era demasiado tarde para hacer el curso de retiro. Brajnovic afirma que fue Wurster, allí presente, quien se lo dijo, pero el diario no menciona a este último. Es posible que el autor del diario olvidara consignar la presencia de Wurster en el curso de retiro, pero parece improbable, dada la proximidad cronológica del documento a los hechos y la minuciosidad con que el diario refiere todo tipo de detalles. Parece más probable que los recuerdos de Brajnovic –redactados muchos años después y que resultan algo contradictorios e imprecisos–, confundieran a su amigo Anton con su también amigo Vlado, que sí había llegado el miércoles 13 a Molinoviejo para hacer arreglos en la casa 87.

Ante su cara de desolación, le pidieron que esperara un poco y volvieron anunciándole que don Josemaría Escrivá le quería ver. «El Padre me recibió en su cuarto –rememoraba Brajnovic–: ya estaba enterado de mi despiste y de mi situación» 88.

Los últimos años de su vida habían sido duros 89. En 1941, Brajnovic, activista y periodista pro croata, se encontraba arrestado por la policía italiana por haber criticado a Benito Mussolini en un artículo 90. Una noche, cuando lo mandaban deportado a Italia en el acorazado Dubrovnik, logró escapar descolgándose por una cadena, buceando después para no ser visto por el reflector que barría el mar, y nadando hasta la orilla. Con un salvoconducto falsificado se trasladó a Zagreb, donde volvió a trabajar en su periódico. Allí empezó su noviazgo con Ana Tiján, que sería más tarde su mujer.

En 1943, un tren en el que viajaba descarriló por una bomba y fue ametrallado. Brajnovic salió vivo de milagro, pero cayó en las manos de guerrilleros comunistas, autores del atentado. Allí comenzó un calvario donde fue testigo de atrocidades y se salvó varias veces de la muerte. Sufrió la prisión y la tortura en campos de concentración, hasta que logró huir de nuevo y regresar a su periódico en Zagreb. Pero cuando publicó una alocución de Pío XII en la que se condenaba el racismo y la ideología nazista, las autoridades pronazis le cerraron el periódico 91. A pesar de esas dramáticas circunstancias, Luka y Ana decidieron casarse, pero ni siquiera ese día pudieron olvidarse de la guerra, pues tuvo lugar un fuerte bombardeo durante la ceremonia 92.

Al acabar la guerra, la victoria del Mariscal Tito le obligó a tomar la vía del exilio, el 6 de mayo de 1945, pues, a pesar de su inocencia, era casi seguro que terminaría asesinado, como ocurrió a dos de sus hermanos –uno de ellos sacerdote– y a periodistas y activistas católicos. Con gran dolor tuvo que dejar allí a su mujer y a su primera hija, Elica, de pocos meses. No volvería a verlas hasta doce años después 93. Estuvo en Italia, donde Vladimiro (Vlado) Vince le ofreció un puesto en la Assistenza Pontificia a los refugiados. A finales de junio o principios de julio de 1946, en la Plaza de San Pedro, le presentó a dos sacerdotes españoles: Josemaría Escrivá y Álvaro del Portillo. En su libro de recuerdos Brajnovic anota:

En el primer momento, el simple hecho de conocer a un sacerdote en Roma no era ni objetiva, ni personalmente para mí ningún acontecimiento especial. Pero acudí con cierta curiosidad al encuentro con el fundador del Opus Dei. Esperaba hacer una simple entrevista periodística, movido más por esa curiosidad que por otro motivo, aunque Vlado y Anton hablaban de él como de un “hombre de Dios que desbordaba simpatía y humanidad” […]. En aquel entonces me encontraba en una encrucijada sobre la que había bajado una espesa niebla de desaliento, dudas, tristezas y rebeldías. Sin embargo, aquel hombre me atrajo inmediatamente con su amabilidad, optimismo y elegancia. No era un extraño que se limitara a cumplir con lo que pide la simple cortesía, sino un sacerdote santo al que parecía haber conocido –por así decir– desde siempre 94.

En 1949 se trasladó a España, intentando siempre gestiones de todo tipo para sacar a su mujer y a su hija de Croacia. Los primeros tiempos en Madrid fueron muy difíciles para él, por las estrecheces y la soledad. Prosiguiendo su relato del coloquio con Escrivá en Molinoviejo, recordaba:

Creo que estuvimos juntos unos veinte minutos. Yo casi no pronunciaba palabra […]. Casi todo el rato el Padre me habló de la santa pureza. Y del Amor sin el que –decía– la pureza no es más que una higiene moral. […] “El buen cristiano –este pensamiento repitió varias veces– debe tener el alma sacerdotal. Tú debes la absoluta fidelidad a tu mujer. Siempre la fidelidad matrimonial debe ser limpia, santa y pura. Pero en tu caso debe ser, si cabe, más pura, como si fueras célibe, consagrado a Dios, entregado totalmente a su amor. […] Ama mucho, muchísimo a tu mujer y ámala –sobre todo– amando a Dios y a la Virgen, que te dará fuerzas. Reza mucho a San José que te ayudará. No dudes ni un solo momento. Te ayudará. Y lleva tu cruz con gracia y gallardía. Verás que todo será más fácil, más limpio y sin tristezas. Y cuando llegue el día de unirte con tu mujer será inmensa tu alegría” 95.

Brajnovic quedó muy impresionado. En su diario, además de estas frases que había oído a san Josemaría, anotó: «Me entrevisté con Mons. Escrivá de Balaguer. Ese hombre entró de lleno en mi alma en el poco tiempo que estuve con él. Constantemente pienso en este encuentro y en las palabras que me dirigió. Cuando pienso en mi amada esposa y en mi pequeña, pienso también en él. Mi amor –que hacía mis días vacíos como las palmas de un mendigo– ha recobrado una nueva dimensión, un formidable sentido» 96.

En 1953 volvió a Molinoviejo para hacer un curso de retiro. Un día antes de salir, escribió en su diario: «Yo busco luz, nuevos fundamentos para mi esperanza, busco el completo sentido de mi vida» 97. Esta vez no llegó tarde. Durante el curso de retiro decidió pedir la admisión como supernumerario del Opus Dei. El 2 de abril de 1953, Jueves Santo, escribía: «¡Quiero entregar mi vida, llenarme de alegría en el alma y servir a Dios!» 98.

En España fue becario del CSIC y director de una imprenta. Después se trasladó a Alemania y allí, en 1956, logró por fin reunirse con su mujer y su hija. Regresaron a Madrid, donde la familia vivió en condiciones precarias, hasta que Brajnovic logró un empleo en las artes gráficas. Más tarde se trasladó a Pamplona, para ocuparse en una imprenta, y después, para incorporarse al recién creado Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra.

Así llegó a ser profesor titular en materias que iban de la tecnología de la información a la literatura o la ética, y ocupó algunos cargos en la universidad. Fue autor de un manual de deontología para periodistas, que ha orientado a muchos profesionales de la información. Por esta razón, años después, la Universidad de Navarra ha establecido un premio que lleva su nombre, para distinguir a los comunicadores que hayan destacado por la ética en el ejercicio de su profesión. Falleció el 8 de febrero de 2001.

Un antiguo conocido de los tiempos de DYA: Miguel Deán Guelbenzu

Los intentos que san Josemaría hizo para poner en marcha la obra de San Gabriel en los años treinta y primeros cuarenta no alcanzaron el éxito que él esperaba. En 1948, se daba cuenta de que en aquella época no había sido posible abrir el camino vocacional de los supernumerarios, por carecer de personas que pudieran atenderles espiritualmente 99.

¿Qué quedó, pues, de toda aquella labor con jóvenes profesionales y académicos de antes de la guerra y de la inmediata posguerra? Algunos se perdieron de vista o murieron, otros se mantuvieron como amigos y unos pocos se incorporaron a la obra de San Gabriel en el periodo que estamos considerando. Entre otros, Ángel Santos y su amigo Miguel Deán. Este último asistió al curso de retiro que nos ocupa.

Miguel Deán Guelbenzu 100 era un viejo conocido de la Obra. Licenciado en Farmacia en 1934, realizaba su especialización en el Laboratorio del Hospital Provincial de Madrid, donde tenía como amigos a Juan Jiménez Vargas –uno de los primeros miembros del Opus Dei–, a Jaime Munárriz y a otros que conocían a san Josemaría. Ese grupo estaba aunado por la común ideología política de signo tradicionalista y por firmes convicciones religiosas, como reacción al sectarismo antirreligioso presente en los años de la II República, como él mismo escribió en sus recuerdos 101.

A Deán le habían hablado de la labor que hacía con estudiantes un sacerdote, al que llamaban don Josemaría, en un piso de la calle Luchana. «Eran Jaime y Juan –recordaba– los que con más frecuencia me sacaron a relucir el tema de D. Josemaría. Lo consideraban un sacerdote muy santo, con extraordinarias dotes y que llevaba a cabo una labor de formación, de gente joven, enormemente importante. Me animaban para que fuese a Luchana con ellos. Pero, por una u otra razón, la realidad es que yo no les hice demasiado caso» 102.

Se confesaba en su parroquia con un sacerdote llamado don Blas Romero 103, sin saber que era amigo de san Josemaría y que daba clases de canto en DYA de vez en cuando. «En una de mis confesiones con D. Blas –continúa Deán–, en su afán de proporcionarme “buenas compañías”, me habló de un tema que me sonó a algo anteriormente oído; me citó algunos nombres de muchachos, que él conocía y que resultaron ser también conocidos míos. Él mismo me indico que alguno de los hermanos Azúa podría acompañarme a la Academia DYA» 104.

Cuando, andando el tiempo, sus amigos lograron convencerle, y le presentaron a Escrivá, este exclamó: «¡Ya era hora, Miguel!… ¡Hace mucho tiempo que sabíamos de ti y que te esperábamos!». Se encontraban en la Academia DYA, en la calle Ferraz número 50, durante el curso 1934-35 105.

La alegre y cordial acogida que le dispensó el fundador del Opus Dei le ganó. «Su trato afectuoso y lleno de sencillez y su arrolladora personalidad eran motivos más que suficientes para que yo me encontrara muy a gusto con él. Era un sacerdote santo y culto, que inspiraba una gran confianza y un gran respeto, a pesar de ser bastante joven» 106, explicaba muchos años después.

San Josemaría le ilustró las actividades que se hacían allí, de las que le habían hablado sus amigos Juan y Jaime. Le dijo que se trataba «de formar a los jóvenes en un ambiente de estudio y de auténtica piedad. Que fuesen buenos estudiantes (y luego profesionales prestigiosos y responsables) y a la vez buenos católicos. Para concretarme mejor la idea recuerdo que el Padre me dijo, que teníamos que imitar el espíritu y el modo de vivir, en medio del mundo, de los primeros cristianos» 107.

Conoció a los pioneros del Opus Dei: Ricardo Fernández Vallespín, arquitecto, que era el director de la Academia DYA; José María González Barredo, doctor en Ciencias; Isidoro Zorzano Ledesma, etc. «Empecé a ir los sábados, que había Salve y bendición con el Santísimo Sacramento; a asistir a los retiros mensuales dados por el Padre, en régimen de internado de 8 de la mañana a 5.30 de la tarde. Tengo recuerdos muy fugaces de ratos de tertulia, muy en petit comité con el Padre. Recuerdo haber tenido en mis manos Consideraciones Espirituales» 108. Le llamó la atención la predicación de san Josemaría: «Era persuasiva, profunda, penetraba adentro, hacía mella. Hacía constantes referencias a las Escrituras y especialmente al Santo Evangelio, haciéndonos “vivir” y sentir desde dentro, como partes interesadas las escenas y circunstancias en ellas narradas» 109. También le gustó el oratorio:

Yo era (con mi padre) de la Adoración Nocturna Española; quiero decir, con esto, que tenía cierta costumbre de asistir a funciones litúrgicas, especialmente a las Eucarísticas. Pero el ambiente de aquel pequeño oratorio era, para mí, algo nuevo y maravilloso. El modo de encender y apagar las velas; de hacer la genuflexión ante el Sagrario; la unción y el recogimiento de todos; eran cosas notorias y no frecuentes. Viendo al Padre dar la bendición con el Santísimo se podría deducir fácilmente su enorme Fe y sus consecuentes sentimientos de Amor y Adoración a Jesús Sacramentado. Y esto era contagioso. Me impresionaba de modo especial la unánime participación en la liturgia cantada o rezada. Aquellas Misas dialogadas, fervorosamente vividas por todos los presentes, eran algo entonces inusitado y desconocido 110.

San Josemaría le invitó a buscar algún amigo o compañero que pudiera encajar en esa labor. Después de hablar, con poco éxito, a uno de sus compañeros, se decidió a proponerlo a su mejor amigo: Ángel Santos. Se conocían desde el colegio y después se habían frecuentado en la facultad de Farmacia. En 1935, Santos había adelantado mucho en su carrera académica y ahora estaba rodeado de personas entre las que –según Deán– su fe corría peligro; además no contaba con un sacerdote con el que confiarse. Deán le habló de todo esto a san Josemaría, quien le respondió: «¡Si tú supieras, Miguel, ¡cómo le gustan al Señor estas “preocupaciones” tuyas!» 111.

Santos accedió a conocer al fundador del Opus Dei con el que charló y se confesó. Llegaría a ser un bioquímico de prestigio internacional, pero sobre todo llegaría a “encajar” en el Opus Dei antes que el mismo Deán. Después de tener dirección espiritual con el Fundador, durante años, pediría la admisión como supernumerario en 1948, tras el retiro-convivencia de Molinoviejo 112. Entonces cambiarían los papeles: sería Ángel Santos quien “empujaría” a Miguel Deán, que en esos años había enfriado su trato con san Josemaría.

Cuando Ángel le orientó hacia la dirección espiritual con un sacerdote del Opus Dei, Deán pensó que su amigo le “devolvía la pelota”: «Me alegré, francamente, y vi en ello la mano de Dios. Comencé a ir semanalmente por Diego de León. […] Por entonces se organizaron también los primeros retiros mensuales en la capilla de la “Institución San Isidoro para huérfanos de periodistas”. Yo asistía a ellos y siempre procuraba llevar a algún amigo, pues aquello era para mí mejor que “oro puro”» 113.

Así llegó la Semana Santa de 1949 y también él fue a Molinoviejo. «La primera noche cuando terminamos de cenar, el Padre vino a nuestro encuentro en el pasillo a la puerta del comedor y conforme íbamos saliendo, uno a uno, le saludábamos y él correspondía con alborozada alegría y con palabras adecuadas a cada uno de nosotros. Cuando le saludé yo, me dio un abrazo y dijo en voz muy alta: ¡Hombre, esto es una recuperación!» 114. Después,

Cuando me tocó hablar con el Padre, y se enteró de que ya llevaba dirección espiritual con un sacerdote del Opus Dei, “dio por bueno” el asunto y no entró en detalles sobre mi vida interior. Recuerdo que traté con él ciertos temas de moral profesional y después me confesó. […] En aquellos días que pasé, de ejercicios, en Molinoviejo, tuve ocasión de charlar con el Padre en plan “amigable”, es decir, no de cosas de vida interior, sino de temas corrientes. En uno de los ratos libres el Padre estaba sentado en un banco cerca del surtidor; al pasar yo, en silencio, por delante de él me hizo señas para que me sentara a su izquierda y echándome cariñosamente el brazo por detrás de mi cabeza, empezó a hablarme, con mucho afecto, preguntando e interesándose por mis cosas 115.

Acabó el curso de retiro y en el otoño de 1949 «el buen Ángel me volvió a hablar, planteándome, esta vez seriamente, el problema de mi vocación. Como consecuencia yo escribí, con fecha 25 de diciembre, una carta al Padre pidiéndole mi admisión en el Opus Dei como socio Supernumerario» 116.

Miguel Deán era doctor en Farmacia desde 1945 y farmacéutico del Cuerpo de Farmacia Militar del Ejército del Aire, donde alcanzó el grado de teniente coronel. Dedicó buena parte de sus esfuerzos científicos al campo de los oligoelementos, siendo también investigador del CSIC y después profesor titular de Bioquímica en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, hasta su jubilación en 1983. Desde 1951 era Académico correspondiente de la Real Academia Nacional de Farmacia, y desde 1970 Académico de número de la Real Academia de Doctores117. En sus recuerdos, Deán rememora la insistencia de san Josemaría en los años treinta para que siguiera la carrera académica, animándole a realizar la tesis doctoral y a presentarse a las oposiciones a cátedra, por la importancia que tenía para llenar el mundo universitario con los ideales cristianos y hacer «una gran labor de apostolado». Ante las reticencias de Deán, el Fundador exclamó: «¡estos comodones!» 118. Al final, como se puede ver, siguió el consejo de Escrivá y encontró su vocación profesional en la docencia y en la investigación.

Su mujer María Dolores (Lola), que también fue supernumeraria y con la que tuvo cinco hijos, falleció en 1973 119; Deán pasó largos años de viudez, hasta su muerte, el 23 de marzo de 2008. Tenía un carácter fuerte, que luchaba por dominar, y una profunda sordera, que no le impedía asistir a los medios de formación espiritual con regularidad, aunque a veces tenía dificultades para enterarse de lo que se decía. Durante años fue encargado de un grupo de supernumerarios. Daba círculos de cooperadores y seguía a estos personalmente. Cuando por su salud ya no podía desempeñar esos encargos, comentaba alguna vez: «tengo que darle muchas gracias a Dios porque me da estos dolores, así puedo apoyar al Padre y hacer algo por la Obra» 120.

Algo más sobre la predicación de Escrivá en el curso de retiro

Volviendo a la predicación de san Josemaría en esos días de retiro, refiere el diario que en la tarde del 13 de abril, Miércoles Santo, inicia el Padre la meditación siguiente con la escena de la pobre viuda que echa dos moneditas en el gazofilacio. A Jesús se le enciende la mirada ¡ha dado todo lo que tenía! ¿Y nosotros qué dar, sino cosas pequeñas? “Cuando haya algo grande que hacer…”. Eso se presentará una o dos veces en la vida… o jamás.

¿Y vas a amar a Dios una o dos veces nada más? Aparte de que, sin entrenamiento, fracasarías. Cosas pequeñas: ejercicio que fortalece la voluntad, como una gimnasia. Ascética de los atletas, de que habla S. Pablo. No vas a ir, como Tartarín, a cazar leones por los pasillos de tu casa. Allí, si acaso, habrá algún ratón y, si te asustas como una chiquilla ante él, mal harás frente a una fiera.

Táctica militar: posiciones lejos de la fortaleza. Lucha del minuto heroico, de la mantequilla, mortificación del carácter; de la vista, de la gula… Cosas en las que la derrota no supone ni siquiera pecado venial, y queda inmune aquello cuya derrota sería pecado grave. ¡Cómo se tragan muchos los pecados veniales! Y es lo cierto, que un pecado venial no está justificado ni para sacar todas las almas del purgatorio. No decir nunca mentiras, ni hacer restricción mental, que es una villanía, es de poca hombría: o callar o decir la verdad 121.

En la última meditación de ese mismo día trató sobre la oración.

Basta, para hacerla, saber que somos hijos de Dios y que nuestro Padre lo puede todo y nos quiere infinitamente. Oración vocal; algunas de origen divino. “Cuando queráis orar, decid: Padre nuestro que estás en los cielos…” 122. No dejar nunca esta oración, pero junto a ella, practicar la mental, sin ruido de palabras, directamente al corazón. (El Padre habla suavemente, persuasivo, emocionado). ¿Que no sabes orar?… Condiciones: Humildad; el fariseo y el publicano. Confianza: el niño que golpea en el cuarto de su padre… ¿no le irá a abrir? Sencillez 123.

Al día siguiente era Jueves Santo. San Josemaría trató de la Eucaristía, de la Pasión de Cristo, de las apariciones del Resucitado… En la primera meditación de la tarde habló de las dos pescas milagrosas que relata el santo Evangelio:

“Faciam vos fieri piscatores hominum…” 124. Dos pescas milagrosas relata el Evangelio. La primera cuando dice Jesús: “Duc in altum!” 125. Como a ti. Pedro se resiste, pero obedece “En tu nombre echaré la red”. ¡Fuera las falsas humildades! Confianza en el Señor que es quien ordena. Y la pesca es copiosísima, tuvieron que pedir ayuda, pesca a derecha e izquierda de la barca, peces de todos los tamaños.

La segunda pesca: “Vamos a pescar” 126; son apóstoles, pero no han abandonado su trabajo profesional. Pasan la noche sin coger nada. Jesús resucitado aparece en la ribera. “Echad la red a la derecha” 127; en un sector determinado; pesca selecta; a pesar de ser tantos, “no se rompió la red”. Juan es el primero en conocer a Jesús; la mirada de la pureza. Pedro se lanza al mar: el impulso del amor; fe de Pedro, firme, de roca. Quiere Jesús que repare las tres negaciones: “Simón, ¿me amas?” 128. Pedro se angustia: “Tú sabes que te amo”. “Apacienta mis corderos” 129. Pedro dormilón y negador, pero con fe y amor de roca, de piedra fundamental de la Iglesia. El Padre insiste en lo que ha repetido mucho en estos días: “tú tienes por lo menos vocación de cristiano y esta vocación exige mucho. Y si el Señor te llama a más no puedes decirle que no” 130.

Esa tarde, el retiro llegaba a su fin.

Todo se acaba. También estos días maravillosos. Y a las cinco, entramos en el oratorio para oír la última meditación del Padre. Es de fuego. En ella resume el Padre todo lo necesario para la perseverancia. Fe. Comunión. Oración. Perseverar es de santos. Poner los medios. Una fe inconmovible: conocer y tratar a Jesús. En el Pan y en la Palabra. Comunión frecuente y fervorosa; oración perseverante; no dejarla ningún día. Los ánimos están emocionados, y los corazones al rojo vivo 131.

Para evitar una explosión de entusiasmo al acabar, y muestras de agradecimiento a su persona, san Josemaría prefirió marcharse discretamente, como ya sabemos.

Un ingeniero donostiarra: Francisco Javier Urquía

Entre los asistentes al curso de retiro estaba el donostiarra Francisco Javier Urquía Zaldúa 132. Su cuñado, José María Pagola 133, le había hablado de unos círculos de estudios en los que había participado en Madrid, mientras estudiaba Medicina, durante el curso 1934-35. Se daban en la Academia DYA. Pagola «recordaba que los daba el Padre [san Josemaría] y que para el Comentario del Evangelio utilizaba un libro muy grande donde leía el pasaje que luego comentaba» 134.

En la primavera de 1943, Urquía se encontraba en Madrid, estudiando segundo año de Ingeniería de Caminos. Él mismo se definía un estudiante anticlerical, frío en materias religiosas; sólo iba a Misa los domingos y sólo comulgaba en Pascua, el último día del periodo. Mi compañero de curso Fernando Valenciano me invitó a hablar con un sacerdote, y yo acepté porque unas semanas antes había pensado en la conveniencia de regularizar algo mi descuidada vida religiosa y no sabía cómo hacerlo ya que ningún cura me convencía. Acababa de hacerme novio de una chica más religiosa que yo, y el pensamiento de que una tontería mía podía hacerle sufrir me llevó a esta idea 135.

Aquel sacerdote era Josemaría Escrivá. Urquía quedó conquistado por su amabilidad, gracias a un pequeño detalle –en apariencia anecdótico– que vale la pena dejar relatar al protagonista:

Entré por Diego de León 14 a un hall grande donde estaba Fernando, y al cabo de un rato apareció el Padre, que me llevó a una habitación, creo más despacho que sala, donde me invitó a sentarme en un grande e incómodo sillón de madera.

Nada más sentarme quiso hacer más cómoda mi postura colocándome unos almohadones de apoyo. No debió satisfacerle cómo quedaban y los movió hasta su posición apropiada. A mí me reventaban los almohadones porque me parecían cosas de señoras mayores, pero era tal la solicitud y la amabilidad de su cara que no me atreví a decirle nada. Se sentó en una silla más baja y no recuerdo más que rápidamente empezaba a contarle mis preocupaciones juveniles que el Padre escuchaba con una extremada atención; no he tenido nunca la sensación de haber sido escuchado con más atención que aquel día.

Al cabo de un rato me preguntó: “¿estudias mucho?” y más tarde “¿quieres confesarte conmigo?”; lo hice muy a gusto 136.

A la salida, de camino a su casa, le salió esta exclamación: «¡Qué mañico tan simpático!» 137. Le había impresionado su «actitud humilde y amable, su extremada atención» a lo que le decía. «Desde entonces había dos clases de curas: el Padre y los demás; me consideré su amigo, aunque no supe captar en absoluto su dimensión sobrenatural» 138.

Hubo otras entrevistas, hasta que Urquía regresó a su tierra natal. En San Sebastián trabajaba como ingeniero de caminos en la Jefatura de Obras Públicas de Guipúzcoa cuando, en la primavera de 1949, recibió una carta de Rafael Escolá –un numerario del Opus Dei, también ingeniero– en la que le invitaba a un curso de retiro que se iba a celebrar en Molinoviejo. No le decía el nombre del predicador.

La idea de hacerlo un poco antes de su boda, que era el 30 de mayo, le atrajo, pero existían una serie de compromisos que se lo impedían. No contestó a la carta, y Escolá escribió una segunda misiva, rogándole que le respondiera:

«Leí la carta a la hora de cenar, y pensé contestar a la mañana siguiente que no podía ir, y con esa idea me acosté. A la mañana siguiente mi cabeza estaba cambiada y encontraba la forma de superar todos los obstáculos menos uno que dependía de mi jefe, que no tuvo inconveniente en retrasar nuestro compromiso, y le contesté a Rafa afirmativamente» 139.

A pesar de los años transcurridos, cuando redactó sus recuerdos, en 1975, Urquía también rememoraba con viveza el modo de predicar de san Josemaría en aquellos días de Molinoviejo:

Le recuerdo explicando episodios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo y del Nuevo Testamento con detalles que nos hacía vivirlos. Recuerdo el episodio de la salida de la prisión de San Pedro, y sus comentarios de lo femenino que resultaba la conducta de la empleada del hogar Rode –Rosa, le llamaba el Padre–, que se acercó y fue a comunicar la noticia a los de la casa, sin abrirle la puerta. También recuerdo el episodio de Zaqueo a quien el Padre parecía demostrarle un especial cariño 140.

Urquía confirma que san Josemaría se refirió muy poco a la Obra, pero que algo dijo: «nos pidió nos acercáramos a ella. Hablando de que la Obra era sobrenatural, recuerdo que dijo que en el momento de la fundación pensaba que las mujeres no serían para esta empresa y que, contra su opinión, el Señor le hizo ver lo contrario» 141.

Como los demás participantes, Urquía esperó con ganas el momento de charlar con san Josemaría.

Le dije que me casaba el 30 de mayo y le pedí que en su misa de aquel día encomendara nuestro matrimonio, lo que aceptó, apuntando la fecha en una agenda. También me dijo algo así como: “si un hijo mío te habla de ser de la Obra, le dices de mi parte que te dejen tranquilo un año para que asientes tu matrimonio, y luego no necesitas hacer ejercicios para pensarlo”. No sé si el Padre dijo esto porque no era partidario de hacer ejercicios para decidirse sobre una vocación, cosa corriente entonces, o se trataba de un consejo particular, ya que años antes me habían hablado de entrega y contesté negativamente después de unos ejercicios y de un comentario irónico que hizo del tema el sacerdote que los daba 142.

En efecto, pasó algo más de un año, hasta que pidió la admisión como supernumerario, el 26 de febrero de 1951. Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, se incorporó, prácticamente desde su creación, al claustro académico de la Escuela de Ingenieros de la Universidad de Navarra en San Sebastián: fue profesor agregado y, durante unos años, subdirector de la Escuela. Además de su actividad profesional como ingeniero, especialmente en el desarrollo de las autopistas del País Vasco y en la construcción de embalses de abastecimiento de agua potable en la Confederación Hidrográfica del Norte, fue concejal en el Ayuntamiento de San Sebastián, del que recibió en 1987, la Medalla del Mérito Ciudadano. Era un gran conocedor de la historia de su tierra y fue miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País.

Su mujer, Concepción Pagola, que también era supernumeraria, sufrió una larga enfermedad. El matrimonio no pudo tener hijos. Quienes le conocieron recuerdan que Urquía llevó con profundo sentido cristiano esas circunstancias, que le ocasionaban el lógico sufrimiento 143.

Los inicios del trabajo apostólico del Opus Dei en San Sebastián/Donostia tienen mucho que ver con Urquía, pues puso gran dedicación en el comienzo de diversas obras apostólicas. De acuerdo con su mujer, puso varios inmuebles personales a disposición de esas iniciativas. Tenía muchos amigos a los que supo contagiar su vida de fe y nombró a muchos de ellos cooperadores de la Obra, algunos de los cuales fueron después supernumerarios 144. Falleció en 24 de enero de 2003 en Pamplona, después de padecer la enfermedad de Alzheimer durante cuatro años.

Un estudiante con “vocación matrimonial”: José María (Chemari) Hernández-Sampelayo López

José María (Chemari) Hernández-Sampelayo López 145 había conocido a san Josemaría un año antes de entrar en la universidad, en 1941, cuando contaba diecisiete años. Fue su amigo Salvador Canals quien les presentó en la casa de Lagasca 146. A partir de ese momento, comenzó a confesarse y a tener dirección espiritual con el fundador del Opus Dei.

No era la primera vez que asistía a un curso de retiro predicado por Escrivá: el mismo año en que se conocieron, participó en el que el santo predicó del 26 al 31 de diciembre de 1941 en Lagasca. Fue en esos días cuando le escuchó, durante una conversación: «Chemari, tienes vocación matrimonial» 147.

Hernández-Sampelayo siguió participando en las actividades de la obra de San Rafael y trataba de acercar a sus amigos a Dios. Uno de ellos se llamaba Fernando Maycas, que sería uno de los pioneros del Opus Dei en Francia 148. Se conocieron en un cine, mientras veían una película. Al terminar, estuvieron hablando y se vieron en alguna otra oportunidad. Como recordaba Maycas, volvimos a encontrarnos en una ocasión […] y él me llevó escrito en un papel el punto 18 de Camino que dice: “te empeñas en ser mundano, frívolo y atolondrado porque eres cobarde. ¿Qué es sino cobardía, ese no querer enfrentarte contigo mismo?”. Al día siguiente me presenté en casa de Chemari, calle de Claudio Coello, esquina con la calle Alcalá, a primera hora de la mañana y, al preguntar por él a sus padres, me dijeron que estaba dormido aún pues la noche anterior había llegado muy tarde. Le desperté y le pregunté quién había escrito aquello que me había apuntado en un papel, pues quería conocer al autor. Él me llevó a conocer a san Josemaría. En ese primer encuentro me preguntó si yo era el sobrino de Margarita Alvarado, que le había hablado de mí (mi tía tenía mejor opinión de mí que Chemari). Le contesté afirmativamente y se sonrió (pues llevaba tiempo encomendándome). Sitúo ese encuentro hacia octubre o noviembre de 1941. Chemari conocía a san Josemaría desde hacía tiempo, pero no me lo había presentado antes pues pensaba que la Obra no era lo mío 149.

También Hernández-Sampelayo llevó en 1942 por la residencia de Jenner a un antiguo compañero de bachillerato del Colegio Nuestra Señora del Pilar, Manuel González-Simancas Lacasa, que pidió la admisión en la Obra al año siguiente 150. Durante el verano, que José María transcurría en la villa guipuzcoana de Zarauz, escribía a los demás que frecuentaban con él los medios de formación cristiana en Jenner, y trataba apostólicamente a sus amigos de veraneo 151. Cuando tuvo la oportunidad de participar en el curso de retiro de Molinoviejo del que estamos tratando, fue con dos amigos: Jaime Aguilar Otermín, compañero también del Pilar, y Luis Aldama.

Hernández-Sampelayo contrajo matrimonio en 1954 con Manuela Matos Aguilar, a la que había conocido a través de Jaime Aguilar. Quien les casó fue su amigo Fernando Maycas, que por entonces ya era sacerdote. Tuvieron nueve hijos. Tardó en madurar su vocación: acabó pidiendo la admisión como supernumerario en 1960.

Desde el punto de vista profesional, José María estudió Derecho y Ciencias Políticas y Económicas, además de frecuentar la Escuela de Comercio. Intentó, sin éxito, opositar al cargo de agente de Cambio y Bolsa, pero sí sacó el de inspector de seguros. Trabajó veinte años en la Administración del Estado y en la política. Fue Laureano López Rodó, que había conocido a Hernández-Sampelayo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, a través de José María Albareda, amigo común, quien le propuso en 1959 como jefe de la Oficina de Planes Provinciales de la Secretaría General Técnica de la Presidencia del Gobierno. En 1962 sustituyó al propio López Rodó como secretario general técnico de la Presidencia del Gobierno. Su trabajo fue muy importante para el desarrollo socio-económico en la España del boom económico de los sesenta, en la que el PIB español crecía a un ritmo superior al 7%. En 1969 dejó la Presidencia del Gobierno para ser nombrado subsecretario de Información y Turismo. Personalmente también se implicó en actividades sociales, para la difusión de la cultura, como los ateneos obreros, una idea surgida de la preocupación de Vicente Rodríguez Casado por los menos favorecidos. En 1974 enfermó de cáncer y falleció en 1975, a la edad de cincuenta años 152.

Un romanista: Álvaro d’Ors

Terminamos este recorrido por algunos de los asistentes al curso de retiro de Molinoviejo refiriéndonos a Álvaro d’Ors Pérez-Peix 153. En sus recuerdos, escribió que conoció a san Josemaría «en 1941, en Madrid (donde yo vivía), pero no tuve muchas ocasiones de volverle a ver en los años siguientes» 154. Fueron presentados por Rafael de Balbín Lucas, el catedrático de Literatura Española, amigo de d’Ors, que también participó en el curso de retiro del que estamos tratando. Balbín le había hablado de Escrivá en varias ocasiones y es posible que también él tuviera ya alguna otra referencia indirecta, a través de amigos comunes. El 4 de enero de ese año Escrivá y él se entrevistaron, pero durante los años sucesivos mantuvieron solo un contacto esporádico.

Con quien sí coincidió d’Ors fue con Amadeo de Fuenmayor, que sería un estrecho colaborador de Escrivá en la puesta en marcha de la obra de San Gabriel. Los dos fueron profesores ayudantes en la Universidad de Madrid y concurrieron juntos para el premio extraordinario de doctorado. Años después, d’Ors recordaba que «nuestra amistad, desde poco después de terminada la guerra, ya en Madrid, luego en Santiago, fue muy importante para mí. Es poco más joven que yo, pero ganó la cátedra algo antes, y directamente la de Santiago» 155. San Josemaría quiso mantener el contacto con ese joven académico dedicado al Derecho romano y a la epigrafía, campos en los que Álvaro d’Ors llegaría a tener una notoriedad internacional. San Josemaría había dado clases de Derecho romano, y admiraba el perfil profesional del joven d’Ors. Le escribía tarjetones breves, como por ejemplo: «Te recuerdo con cariño y te deseo muy felices Pascuas. ¿Cuándo te veré?» 156. Se encontraron por casualidad en un tranvía en esos primeros años cuarenta y don Josemaría siguió escribiéndole algún que otro tarjetón.

D’Ors mantuvo el contacto con personas del Opus Dei en Santiago de Compostela, donde ocupó la cátedra en 1944, tras una breve permanencia en Granada. Allí eran también catedráticos en la Facultad de Derecho dos numerarios de la Obra: Amadeo de Fuenmayor, como se ha dicho, y Laureano López Rodó. Cuando comenzó la obra de San Gabriel, pensaron en él y d’Ors aceptó la invitación a participar en el curso de retiro en Molinoviejo.

El romanista no ha dejado más que un lacónico recuerdo de esos días, que, sin embargo, debieron de labrar en él una profunda huella. Pocas semanas después, el 6 de junio de 1949, maduró la decisión de solicitar a san Josemaría la admisión en el Opus Dei como supernumerario, al entender que Dios le llamaba por ese camino. El Fundador, cosa algo excepcional en estos casos, le contestó inmediatamente, en carta fechada el 12 de junio:

Muy querido Álvaro. Que Jesús te me guarde.

Me ha dado una gran alegría recibir tu carta. Ayúdame a dar gracias al Señor por esta delicadeza que ha tenido contigo: Él espera mucho de esta labor callada y eficaz.

No dejes de pedir por tantas cosas grandes que el Señor quiere que hagamos. Te encomienda y abraza con todo cariño.

Josemaría 157

En sus breves recuerdos sobre el fundador del Opus Dei, Álvaro d’Ors ha dejado algunas impresiones que, si bien proceden de su trato con Escrivá durante toda una vida, pueden haberse ya suscitado en el ánimo de este intelectual en aquel curso de retiro de 1949. Vale la pena reproducirlas aquí:

En nada se parecía este a otros eclesiásticos, incluso muy santos quizá, cuya presencia podía impresionar por sí misma, como algo excepcional; personalidades nimbadas por la unción y la gravedad, por la conciencia, incluso compatible con la humildad, de una alta misión. Aunque siempre sacerdotal, el Padre aparecía con una afabilidad no condescendiente, sino natural y profundamente secular. […] La insistencia del Padre en la contemplación de la vida oculta de Jesucristo, aparte de convenir especialmente al estilo de espiritualidad propia del Opus Dei, venía a ser como una clave de la acción de su Fundador, pues en esa vida oculta el recio carácter humano del Redentor, que había de manifestarse inevitablemente en los años de predicación y en la Pasión, se hallaba como latente y sometido a la voluntad de Su Padre, sin la menor exteriorización de la misión redentora propia del Verbo Encarnado. También Mons. Escrivá de Balaguer vivió así […]. Todas sus virtudes humanas quedan como oscurecidas por el resplandor de esa misión que dominó plenamente su existencia. Su vida fue la Obra, pero esta no fue suya, sino de Dios 158.

Respecto a su propia vocación, d’Ors explicaba años después: «No se trataba simplemente de congruencia católica, sino del propósito vital de realizar una unidad de vida sin fisuras, y congruente con la filiación de un bautizado laico» 159.

Álvaro d’Ors se incorporó en 1961 a la Universidad de Navarra, aunque esta decisión no le resultó fácil de tomar. Significaba dejar una posibilidad de cátedra en Madrid, con mayores ingresos 160. Su elección dio una gran alegría a san Josemaría. Allí, además de su cátedra, se ocupó de la puesta en marcha de las bibliotecas de esa institución, lo que consideraba su mayor contribución a la Universidad de Navarra 161. Fue ante todo un jurista y romanista, pero también epigrafista, papirólogo, teórico del Derecho y de la Política, canonista, experto en Derecho foral navarro, humanista y pensador original. Su teoría política surge de una crítica al pensamiento de la Edad Moderna y a la idea de Estado 162.

Se jubiló en 1985, pero no dejó de trabajar y de asesorar a estudiantes y discípulos de su especialidad. No desdeñaba las ocasiones de dar buen criterio a los jóvenes que encontraba fuera de las aulas, abriéndoles horizontes intelectuales y vitales 163. Buena muestra es el libro Cartas a un joven estudiante que escribió en 1991, en el que abre perspectivas humanas y sobrenaturales para el quehacer estudiantil y universitario, donde se traslucen los ideales que le inspiraban como académico cristiano.

Su apostolado se desplegaba también en cursos y charlas sobre temas de vida cristiana –los Diez mandamientos, la explicación del Padrenuestro, etc.– para amigos y cooperadores, que atraían a un buen número de personas. Era notoria su fidelidad hasta en las cuestiones más pequeñas de la vida de un supernumerario. Aunque se trate de un detalle anecdótico, resulta revelador que dos días antes de fallecer se preocupara de enviar con puntualidad su aportación económica mensual 164. Se casó con Palmira Lois Estévez, con quien fue padre de once hijos. Falleció en Pamplona el 1 de febrero de 2004.

Conclusiones

El descubrimiento de una vocación laical que signifique una entrega total a Dios y el compromiso de implicarse positivamente en el mundo para iluminarlo y sazonarlo con la luz y el sabor de Cristo 165, siguió caminos de discernimiento algo diversos, pero al fin convergentes, en el caso de la primera generación de supernumerarios españoles, de los años cincuenta del siglo XX. Un grupo provenía de personas que conocían el Opus Dei desde hacía bastantes años, como Miguel Deán o Rafael de Balbín; otros, aunque procedentes de un ambiente católico, habían experimentado una primera conversión desde una posición religiosa fría, que se transformó en fervorosa a través de la vivencia del curso de retiro, como en el caso de José Ferrer-Bonsoms o Francisco Javier Urquía; para José María Poveda y alguno más, se trataba del encuentro con algo largamente buscado, una dedicación a Dios que fuera compatible con la vida familiar y profesional, como ocurrió también de forma parecida con Mario Azara y Álvaro d’Ors, católicos ya practicantes: todos ellos comprendieron el sentido vocacional de misión que tenía su vida cristiana, más allá de una militancia católica o de una intensa piedad.

En varios casos, el encuentro con Escrivá fue decisivo. No solo por el afecto y simpatía que suscitó en ellos su personalidad acogedora, sino por el encendimiento interior que experimentaron escuchándole y tratándole. En efecto, el centro del curso de retiro fue la figura de Jesús, la consideración de su amor por nosotros, que se presentaba como una llamada a la correspondencia, incluso a entregar la vida en su servicio. San Josemaría no se colocaba a sí mismo como modelo ni ponía al Opus Dei –del que prácticamente no habló– como la quintaesencia del catolicismo. Explicaba el Evangelio, llevaba la gente a un contacto directo, personalísimo con Jesús, como hemos leído. La reacción inmediata de varios de ellos fue querer seguir a Cristo de cerca, entregándole la propia vida, y entendieron que el modo de hacerlo era pedir la admisión en la Obra.

Al mismo tiempo, el planteamiento de la obra de San Gabriel no se nos muestra como un misticismo individualista en medio del mundo. Al contrario: de la intimidad con Jesús debía surgir un compromiso con el mundo que Cristo vino a salvar. De ahí su exhortación a dar el máximo juego a los talentos personales, poniéndolos al servicio de Dios, sin falsas humildades y sin miedo a asumir riesgos y responsabilidades en tareas de repercusión social, como la política, la economía, la ciencia, la educación, etc. De algunas personas consta que los consejos de san Josemaría orientaron su trayectoria profesional al servicio al bien común y de la persona; de otras no tenemos datos documentales, pero coinciden en tantos rasgos comunes que no es aventurado suponer el peso que la doctrina y el ejemplo del fundador del Opus Dei tuvieron en su vida profesional y social.

Autor:

Luis Cano. Secretario y miembro ordinario del Istituto Storico San Josemaría Escrivá. Licenciado en Derecho y doctor en Teología. Su campo de investigación, además del Opus Dei y su fundador –en especial su predicación y escritos–, es la historia de la devoción al Sagrado Corazón y a Cristo Rey. Es profesor de Historia de la Iglesia en el segundo milenio en la Pontificia Università della Santa Croce y en el Istituto Superiore di Scienze Religiose all’Apollinare (Roma). Recientemente ha publicado la edición crítica de varias cartas inéditas de san Josemaría: Cartas (I), Roma-Madrid, Istituto Storico San Josemaría Escrivá – Rialp, 2020, y Cartas (II), Roma-Madrid, Istituto Storico San Josemaría Escrivá – Rialp, 2022.

Fotos

José Ferrer-Bonsoms, el primero por la izquierda, con Guillermo Terzano (1908-1987), médico y científico, que entró en contacto con el Opus Dei en 1951 y pidió la admisión como supernumerario, y Angel Ruiz Vallés (1927-1991), numerario. La foto está tomada en el Parque Alem de Rosario, en 1952, durante los años que José Ferrer-Bonsoms pasó en Argentina, donde ayudó en los comienzos del Opus Dei.

José María Poveda Ariño fue psiquiatra y escritor: había conocido a san Josemaría en 1939.

Antonio Pons fue uno de los primeros supernumerarios de Gandía. Era notario y amigo de Mario Azara, con el que estuvo en el curso de retiro de 1949.

Después de un verdadero calvario, Luka Brajnovic pudo reunirse con su mujer y su hija en 1956: no se veían desde 1945, cuando Brajnovic tuvo que exiliarse.

Miguel Deán (con gafas), en Molinoviejo, casi cincuenta años después de que participara en el curso de retiro que predicó san Josemaría en 1949. A su lado, Valentín Vázquez de Prada.

Francisco Javier Urquía, con el uniforme de ingenieros, durante una lección magistral pronunciada en la apertura de curso del 3 de octubre de 1968, en la Universidad de Navarra. Urquía fue uno de los pioneros de la Escuela Superior de Ingenieros Industriales, creada por esa universidad en la ciudad de San Sebastián.

Una foto de la familia Hernández-Sampelayo al completo.

Álvaro d’Ors, primero por la izquierda, con san Josemaría, en el cortejo académico con motivo de la concesión de doctorados honoris causa en la Universidad de Navarra, en 1967. En primer plano aparece Ismael Sánchez Bella, su primer rector

Notas:

1  Luis Cano, Los primeros supernumerarios del Opus Dei (1930-1950), en Santiago Martínez Sánchez Fernando Crovetto (eds.), El Opus Dei. Metodología, mujeres y relatos, Cizur Menor, Thomson Reuters Aranzadi, 2021, pp. 375-396; Idem, Los primeros supernumerarios del Opus Dei. La convivencia de 1948, SetD 12 (2018), pp. 251-302.

2  Cfr. Cano, Los primeros supernumerarios del Opus Dei (1930-1950), p. 391.

3  Cfr. ibid, p. 395.

4  Cfr. Nota del 5 de noviembre de 1947, AGP, serie A.2, leg. 40, carp. 3, exp. 2.

5 En Madrid, por ejemplo, se tuvieron los primeros en la capilla de la Institución San Isidoro para huérfanos de periodistas. Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

6  Recuerdos de León Mario Azara Pena, 30 de julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 312, carp. 2, exp. 9.

7 Cfr. María Merino Bobillo, Las primeras supernumerarias españolas (1939-1952), en Santiago Martínez Sánchez Fernando Crovetto (eds.), Gentes, escenarios y estrategias. El Opus Dei durante el pontificato de Pío XII, 1939-1958, Aranzadi, Cizur Menor, 2023, pp. 241-264.

8 En sus recuerdos, José María Poveda Ariño habla de «alrededor de veinticinco personas». Con los datos que proporciona el diario del curso de retiro parecen contarse dieciocho participantes, a los que habría que añadir los numerarios laicos que dirigían la actividad. Otras dos personas aparecieron por la casa para trabajar: Vladimiro Vince y Fernando L., al que no hemos podido identificar.

9 Como se dirá, no está claro que uno de los posibles participantes, Anton Wurster, asistiera realmente.

10 Cfr. nota 84.

11 Nació en Bilbao el 18 de febrero de 1898. Estudió la carrera de Arquitectura. En 1925 se casó con Josefina Gamarra Orive, con quien tuvo doce hijos. Conoció la Obra en 1946 y pidió la admisión como supernumerario el 25 de abril de 1950. Los que le conocieron destacan su desprendimiento y generosidad con los bienes materiales para el desarrollo de la labor apostólica, su espíritu de servicio en el trabajo profesional como arquitecto, su sensibilidad artística. Falleció el 11 de enero de 1986. Nota necrológica de Rafael Fontán Sáenz, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación; cfr. «Romana» (1986), p. 139.

12 Nació en Arjonilla (Jaén) el 1 de enero de 1889. Pidió la admisión en el Opus Dei el 24 de abril de 1949, poco después de acabar el curso de retiro. Hizo la fidelidad (incorporación definitiva) el 29 de febrero de 1956 y fue celador de un grupo de supernumerarios. Había estudiado Derecho en la Universidad de Sevilla y después fue notario de Gandía hasta su jubilación en 1974. Estaba casado con Carmen Yacer, con quien tuvo once hijos (dato proporcionado por Julio Montero y María Luisa Galdón, de una publicación sobre las primeras supernumerarias, ahora en prensa). Falleció el 14 de mayo de 1974. Los que le conocieron recuerdan su amplia labor de apostolado en su ciudad, donde tenía muchos y buenos amigos. Pocos días antes de morir, reunió a toda su numerosa familia para decirles, entre otras cosas: «Quiero despedirme de vosotros para deciros que seáis felices; y para serlo, hay que amar a Dios sobre todas las cosas. […] Quered mucho al Señor. Son las últimas cosas que os dice vuestro padre, que os quiere entrañablemente. Podéis ser felices, acercándoos al Señor» (Nota necrológica de Antonio Pons Pérez, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación).

13 Nació en Alcañices (Zamora) el 5 de marzo de 1910. Fue uno de los primeros residentes de la Residencia DYA, en el curso 1934-1935 y 1935-1936 (cfr. Santiago Martínez Sánchez – Inmaculada Alva – María Jesús Coma – José Luis González Gullón – Rafael Zafra Molina [eds.], Cronología de José María Escrivá y Albás. Madrid, 1927-1936, Roma-Madrid, Istituto Storico San Josemaría Escrivá – Rialp, 2020, pp. 407, 527, 591). Pidió la admisión como supernumerario y, al enviudar, lo hizo como agregado. Según la página oficial de la Asociación Católica de Propagandistas, fue socio de esa institución desde 1933: https://www.acdp.es/biografia/ balbin-lucas-rafael-de/ [consultado el 2 de febrero de 2023]. Tuvo cuatro hijos. Además de catedrático de la Universidad Complutense, fue director del Instituto de Filología Hispánica Miguel de Cervantes (CSIC). En 1965 fue nombrado director general de Asuntos Eclesiásticos, en el delicado momento del postconcilio. Falleció en Madrid el 27 de enero de 1978 (cfr. Diario ABC, Madrid, 29 de enero de 1978, p. 88).

14 Nació en Gáname (Zamora), el 17 de abril de 1908. En 1928 obtuvo el título de maestro de primera enseñanza y comenzó los estudios de Medicina que terminó con premio extraordinario de licenciatura. Ejerció como médico en Ponferrada antes de la Guerra civil española. Siempre quiso dedicarse a la docencia y a la investigación por lo que después se licenció en Farmacia y obtuvo el doctorado. Era amigo de uno de los primeros supernumerarios: Ángel Santos Ruiz. Desde 1947 era jefe de subsección de la Sección de Bioquímica del Instituto Español de Fisiología y Bioquímica del CSIC. En 1956 obtuvo la cátedra de Fisiología. Dedicó su vida a la investigación y a la docencia. Fue miembro de número de la Real Academia Nacional de Farmacia. Falleció en Madrid, el 29 de diciembre de 1975. Cfr. https://dbe.rah.es/biografias/25809/joselucas-gallego [consultado el 21 de enero de 2023].

15 Nació en A Coruña en 1916. Cursó los estudios de profesor mercantil. En su juventud, antes de la Guerra civil, se alistó a la Falange. Se casó con Francisca Jiménez Hernández, con quien tuvo seis hijos. Después de la guerra trabajó en la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes, y tuvo otros cargos relacionados con la economía y la banca. Fue director general del Tesoro y de Banca, Bolsa e Inversiones y subgobernador del Banco de España. Falleció el 31 de marzo de 1967. Cfr. Diario La Noche, año XLVI, núm. 13587, 18 de junio de 1965, p. 1, en http://biblioteca. galiciana.gal/es/consulta/registro.do?id=10000233414 [consultado el 21 de enero de 2023]. Había pedido la admisión en el Opus Dei, como supernumerario, el 2 de octubre de 1949.

16  No hemos encontrado datos sobre esta persona.

17 Eloy González Obeso (1913-1975) nació en Reinosa (Cantabria). Comenzó sus estudios de Medicina en Madrid, en 1929. Allí conoció a Juan Jiménez Vargas, quien le presentó a san Josemaría durante el curso 1932-1933. Asistió a las primeras clases de formación de la obra de San Rafael, en el asilo de Porta Coeli y participó en las catequesis en el barrio de los Pinos de Tetuán de las Victorias (cfr. Martínez Sánchez et al. (eds.), Cronología, p. 692). En 1934 regresó a Reinosa y obtuvo el título de odontólogo por la Universidad de Barcelona. Falleció en 1975. Cfr. José Luis González Gullón, DYA. La Academia y Residencia en la historia del Opus Dei (1933-1939), Madrid, Rialp, 20163, p. 87.

18 Diario del curso de retiro del 10 al 14 de abril de 1949, [p. 32], AGP, serie A.1, leg. 40, carp. 3, leg. 5, en adelante, Diario.

19 Josemaría Escrivá de Balaguer, Carta n.º 29, §10, en Luis Cano, La Carta n.º 29 de san Josemaría Escrivá sobre la obra de San Gabriel. Edición crítica y anotada, SetD 17 (2023), p. 296.

20 Recuerdos de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, 30 de agosto de 1975, APG, serie A.5, leg. 211, carp. 3, exp. 3.

21  Nació en L’Arboç del Penedés (Tarragona, España), el 19 de marzo de 1920. Falleció en 2001.

22 Recuerdos de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, 30 de agosto de 1975, APG, serie A.5, leg. 211, carp. 3, exp. 3.

23 Cfr. Onésimo Díaz, Expansión. El desarrollo del Opus Dei entre los años 1940 y 1945, Madrid, Rialp, 2020, p. 296.

24 Recuerdos de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, 30 de agosto de 1975, APG, serie A.5, leg. 211, carp. 3, exp. 3.

25 Recuerdos de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, 30 de agosto de 1975, APG, serie A.5, leg. 211, carp. 3, exp. 3.

26 Recuerdos de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, 30 de agosto de 1975, APG, serie A.5, leg. 211, carp. 3, exp. 3.

27 Recuerdos de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, 30 de agosto de 1975, APG, serie A.5, leg. 211, carp. 3, exp. 3.

28 Recuerdos de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, 30 de agosto de 1975, APG, serie A.5, leg. 211, carp. 3, exp. 3.

29 Recuerdos de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, 30 de agosto de 1975, APG, serie A.5, leg. 211, carp. 3, exp. 3.

30 Recuerdos de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, 30 de agosto de 1975, APG, serie A.5, leg. 211, carp. 3, exp. 3.

31  Recuerdos de Amadeo de Fuenmayor Champín, 4 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 353, carp. 3, exp. 7. El diario del curso de retiro afirma que quien retrasó decir la jaculatoria fue Juan Antonio Paniagua: «El Padre teme que la despedida resulte en una escena patética y decide marcharse discretamente. Juan Antonio demora por unos minutos el “Sancta Maria…” final y, en el silencio del Oratorio, todos sienten el ruido de un motor que se pone en marcha y un automóvil que se aleja. Todos se han dado cuenta de que el Padre se ha alejado de nosotros y que no podremos despedirnos de él, lo que crea general resentimiento», Diario, [p. 41].

32 Fue también miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras y recibió la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Cataluña. Cfr. Carles M. Canals, Josep Ferrer i Bonsoms, en Real Academia de la Historia, biografías, https://dbe.rah.es/biografias/65598/josepferrer-i-bonsoms [consultado el 9 de junio de 2022].

33 Nota necrológica de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación.

34 Cfr. Albert Manent, Félix Millet y Maristany, en Real Academia de la Historia, biografías, https://dbe.rah.es/biografias/65643/felix-millet-y-maristany [consultado el 11 de enero de 2023].

35 Cfr. Dario Casapiccola Francesc Castells, Los inicios del Opus Dei en Argentina y Uruguay (1950-1962), en Martínez Sánchez Crovetto (eds.), Gentes, escenarios y estrategias, p. 170.

36  Cfr. Canals, Josep Ferrer i Bonsoms.

37 Nota necrológica de José Ferrer-Bonsoms Bonsoms, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación.

38 Diario, [p. 4].

39 Lc 6,10.

40 Diario, [p. 6].

41 Recuerdos de Francisco Javier Urquía Zaldúa, 11 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 250, carp. 2, exp. 4.

42 En 1973 la homilía apareció en forma de folleto y después se integró en Amigos de Dios (1977). La grabación que menciona Urquía procede de una meditación del 12 de octubre de 1947, tenida en Madrid cerca de año y medio antes del curso de retiro. Cfr. Josemaría Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, edición crítico-histórica preparada por Antonio Aranda, Colección de Obras Completas de Josemaría Escrivá (ISJE), Madrid, Rialp, 2019, pp. 585-586. Fue grabada en un primitivo magnetofón y los miembros del Opus Dei la escuchaban en algunas ocasiones. El paralelismo con la meditación del curso de retiro de 1949 es evidente, especialmente en la escena de Bartimeo.

43 Cfr. Jn 9,6-7.

44 Cfr. Mc 10,46-52.

45 Diario, [p. 9].

46 Cfr. Jn 13,8.

47 Diario, [pp. 12-13].

48 Diario, [pp. 15-16].

49 Diario, [p. 18].

50 Cfr. Jn 13,34.

51 Jn 4,27.

52 Mt 11,29.

53 Diario, [pp. 18-19].

54 La “bandera” era una compañía de los ejércitos españoles en tiempos de san Ignacio de Loyola, liderada por un capitán, aunque el término se utiliza todavía en algunas unidades tácticas modernas. Las dos banderas ignacianas son la de Satanás, que incita al pecado y lleva a la muerte, y la de Cristo, que conduce a la salvación, a la que el ejercitante está llamado a alistarse.

55 Diario, [pp. 22-23].

56 Mt 13,35 (Vg).

57 Ante la política anticlerical de los gobiernos liberales del Reino de Italia y su beligerancia contra las personas y los bienes eclesiásticos, la Santa Sede expresó varias veces su negativa a la pregunta sobre si los católicos podían participar en las elecciones políticas del país (“non expedit”, “no conviene”, respondió). Esta prohibición, que duró de 1868 a 1919, fue una comprensible protesta ante los atropellos sufridos, pero ausentarse de la política italiana supuso de hecho dejar el gobierno de la nación en manos de políticos que muchas veces fueron hostiles a la Iglesia, sin encontrar oposición en un país entonces mayoritariamente católico.

58 Diario, [p. 24].

59 José María Poveda Ariño nació en Valencia el 22 de octubre de 1918 y falleció en Madrid el 15 de noviembre de 1994. Se casó con Rosario de Agustín Jiménez, que también fue supernumeraria, con quien tuvo once hijos.

60  Recuerdos de José María Poveda Ariño, sin fecha, AGP, serie A.5, leg. 239, carp. 2, exp. 4.

61  Recuerdos de José María Poveda Ariño, sin fecha, AGP, serie A.5, leg. 239, carp. 2, exp. 4.

62  Recuerdos de José María Poveda Ariño, sin fecha, AGP, serie A.5, leg. 239, carp. 2, exp. 4.

63  Recuerdos de José María Poveda Ariño, sin fecha, AGP, serie A.5, leg. 239, carp. 2, exp. 4.

64 Recuerdos de José María Poveda Ariño, sin fecha, AGP, serie A.5, leg. 239, carp. 2, exp. 4. Antonio Pons y Mario Azara, como hemos dicho, estaban también presentes en el curso de retiro de Molinoviejo de 1949.

65 Nota necrológica de José María Poveda Ariño, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación.

66 Nota necrológica de José María Poveda Ariño, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación.

67 León Mario Azara Pena nació el 7 de abril de 1914. Fue licenciado en Veterinaria y militar. Su mujer se llamaba María García del Busto, también supernumeraria; tuvieron siete hijos (datos proporcionados por Julio Montero y María Luisa Galdón, de una publicación sobre las primeras supernumerarias, ahora en prensa). Falleció el 21 de abril de 1997.

68 Cfr. Cano, Los primeros supernumerarios del Opus Dei. La convivencia de 1948, pp. 290-291; 299-301.

69  Recuerdos de Carlos Verdú Moscardó, julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 251, carp. 3, exp. 10.

70 Recuerdos de León Mario Azara Pena, 16 de julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 312, carp. 2, exp. 9.

71 Recuerdos de León Mario Azara Pena, 16 de julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 312, carp. 2, exp. 9.

72 Expresión que alude al toreo a caballo: el rejón de muerte es una espada larga que usa el jinete para acabar su faena. Significa que la tarea está casi acabada, en otras palabras, que el fundador del Opus Dei estaba persuadido de que el mensaje de la entrega a Dios había penetrado en el corazón de aquellos hombres, como una espada, y que ya estaban casi decididos a decir que sí, como en efecto ocurriría al cabo de unas semanas.

73  Recuerdos de Carlos Verdú Moscardó, julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 251, carp. 3, exp. 10.

74 Recuerdos de León Mario Azara Pena, 16 de julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 312, carp. 2, exp. 9.

75 Recuerdos de León Mario Azara Pena, 16 de julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 312, carp. 2, exp. 9.

76 Recuerdos de León Mario Azara Pena, 16 de julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 312, carp. 2, exp. 9.

77 Recuerdos de León Mario Azara Pena, 16 de julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 312, carp. 2, exp. 9.

78 Recuerdos de León Mario Azara Pena, 16 de julio de 1975, AGP, serie A.5, leg. 312, carp. 2, exp. 9.

79 Nota necrológica de León Maria Azara Pena, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación.

80 María Antonia García del Busto (Maruja) pidió la admisión en 1953: fue la primera supernumeraria de Gandía (dato proporcionado por Julio Montero y María Luisa Galdón, de una publicación sobre las primeras supernumerarias, ahora en prensa).

81 Luka Brajnovic Dabinovic nació en Kotor (Montenegro) el 13 de enero de 1919. Estuvo casado con Ana Tiján, con quien tuvo cinco hijos. Pidió la admisión en el Opus Dei el 2 de abril de 1953. Falleció el 9 de febrero de 2001 en Pamplona.

82 Nació en Đakovo el 15 de diciembre de 1923 y falleció en un accidente de aviación en las islas Guadalupe el 6 de marzo de 1968. Después de realizar doctorados en Derecho civil y Teología, fue ordenado sacerdote en 1958. Desarrolló una intensa actividad sacerdotal en España, Italia, Suiza y Alemania. Fue director de la Obra de la Emigración Croata: desde allí desempeñó una labor pastoral entre los croatas residentes fuera de su país. Cfr. José Orlandis Rovira, voz Vince, Vladimiro, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos (hispánicos, brasileños, quebequenses y restantes francófonos) [hasta abril de 2008], Zaragoza Barcelona, Facultad de Derecho, Universidad de Málaga, tomo II, pp. 100-101. Cfr. Alfredo Méndiz, Salvador Canals. Una biografía (1920-1975), Madrid, Rialp, 2019, pp. 155-157; 159160; 368-369; cfr. Vladimir Vince, Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Vladimir_Vince [consultado el 24 de enero de 2023].

83 Algunos datos en Méndiz, Salvador Canals, pp. 156-157.

84 Anton Wurster nació en Rijeka (Croacia) el 14 de enero de 1913. Fue un jurista, filósofo e intelectual. Amigo de Vladimiro Vince, conoció el Opus Dei en Roma, donde ejercía de diplomático durante la Segunda guerra mundial. Se trasladó a vivir a España en 1946, donde vivió el resto de su vida y donde pidió la admisión como supernumerario, el 19 de marzo de 1951. Trabajó en los comienzos de La Actualidad Española y Nuestro Tiempo (cfr. Nota necrológica de Anton Wurster, sin fecha, AGP, serie M.1.3, leg. 313, carp. 3, exp. 3; cfr. Méndiz, Salvador Canals, pp. 156-157). En Pamplona, fue profesor del Instituto de Periodismo donde impartió clases de Sociología de la Información y de Relaciones Públicas. Falleció en Pamplona el 20 de noviembre de 1961. Cfr. Anton Wurster, en Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Anton_Wurster [consultado el 17 de enero de 2023]; cfr. José Orlandis Rovira, Memorias de Roma en guerra (1942-1945), Madrid, Rialp, 1992, p. 108; cfr. José Orlandis Rovira, voz Wurster [o Vuster], Anton P., en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos (hispánicos, brasileños, quebequenses y restantes francófonos) [hasta abril de 2008], Zaragoza Barcelona, Facultad de Derecho, Universidad de Málaga, tomo II, pp. 137-140; cfr. José Orlandis Rovira, voz Wurster [o Vurster], Anton P., en Diccionario de Canonistas y Eclesiasticistas Europeos y Americanos (II). Desde el año 1000 al 2018, Saarbrücken, Editorial Académica Española, 2018, pp. 559-563.

85 En su libro de memorias explica, en cambio, que estaba en Segovia por motivo de una boda. Cfr. Luka Brajnovic, Despedidas y encuentros. Memorias de la guerra y el exilio, Pamplona, Eunsa, 2001, p. 133.

86  Recuerdos de Luka Brajnovic Dabinovic, 31 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 199, carp. 2, exp. 5.

87 Cfr. Diario, [p. 23].

88 Recuerdos de Luka Brajnovic Dabinovic, 31 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 199, carp. 2, exp. 5.

89 Más datos biográficos en: Brajnovic, Despedidas y encuentros; María del Mar López Talavera, Entre la ética y la política: Luka Brajnovic en la España franquista, en «Aportes» 81, año XXVIII (1/2013), pp. 191-210.

90  Brajnovic, Despedidas y encuentros, p. 14.

91 Cfr. ibid., p. 61.

92 Cfr. ibid., p. 63.

93  Después vinieron cuatro hijos más al matrimonio.

94 Ibid., p. 101.

95 Recuerdos de Luka Brajnovic Dabinovic, 31 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 199, carp. 2, exp. 5.

96 Recuerdos de Luka Brajnovic Dabinovic, 31 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 199, carp. 2, exp. 5.

97 Olga Brajnovic, Una odisea de amor y guerra. La lucha de una joven pareja croata por la conquista de su libertad, Madrid, Rialp, 2019, p. 242.

98 Ibid., p. 243.

99  Relación de Salvador Canals, 9 de febrero de 1948, AGP, serie L.1.1, leg. 10, carp. 1, exp. 15.

100 Había nacido en Cascante (Navarra) el 30 de enero de 1913 y murió en Majadahonda (Madrid), el 23 de marzo de 2008. Cfr. Alfredo Méndiz, Los primeros pasos de la obra de San Gabriel (1928-1950), SetD 13 (2019), pp. 253-254.

101 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

102 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

103 Blas Romero Cano (1882-1958) era capellán de la parroquia de Santa Bárbara en Madrid. Deán no fue el único estudiante que dirigió hacia DYA desde su confesonario: cfr. Constantino Ánchel, Fuentes para la historia de la Academia y de la Residencia DYA, SetD 4 (2010), p. 86. Cfr. Martínez Sánchez et al. (eds.), Cronología, p. 703.

104 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

105 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

106 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

107 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

108 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

109 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

110 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

111 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

112 Cfr. Cano, Los primeros supernumerarios del Opus Dei. La convivencia de 1948, pp. 297-299.

113 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

114 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

115 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

116 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

117 Algunos detalles biográficos en el discurso de entrada en la Real Academia de Doctores de su sucesor: cfr. Real Academia de Doctores, Discurso de ingreso del académico numerario Excmo. Prof. Dr. D. Alfonso Domínguez-Gil Hurlé, pp. 7-8, en https://www.radoctores.es/imageslib/doc/DOMINGUEZGIL%20HURLE,%20Alfonso_Discursoingreso.pdf [consultado el 24 de enero de 2023].

118 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, 20 de septiembre de 1975, AGP, serie A.5, leg. 206, carp. 3, exp. 6.

119 Su mujer falleció el 23 de agosto de 1973. Cfr. esquela, en Diario ABC, Madrid, 24 de agosto de 1973, p. 74.

120 Nota necrológica de Miguel Deán Guelbenzu, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación.

121 Diario, [pp. 28-29].

122 Cfr. Mt 6,9.

123 Diario, [pp. 30-31].

124 Mt 4,19 [Vg].

125 Lc 5,4.

126 Jn 21,3.

127 Jn 21,6.

128 Jn 21,16.

129 Jn 21,15.

130 Diario, [pp. 38-40].

131 Diario, [p. 40].

132 Francisco Javier Urquía Zaldúa nació el 23 de marzo de 1921 en San Sebastián/Donostia y falleció en Pamplona el 24 de enero de 2003.

133 José María Pagola Lacarra (1916-1959) nació en Hernani (Guipúzcoa). Mientras estudiaba Medicina en Madrid, en 1934, participó en las actividades de DYA. Pidió la admisión como supernumerario en 1953.

134 Recuerdos de Francisco Javier Urquía Zaldúa, 11 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 250, carp. 2, exp. 4.

135 Recuerdos de Francisco Javier Urquía Zaldúa, 11 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 250, carp. 2, exp. 4.

136 Recuerdos de Francisco Javier Urquía Zaldúa, 11 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 250, carp. 2, exp. 4.

137 Como explica en sus recuerdos, no sabía exactamente la procedencia de san Josemaría, pero sí su origen aragonés (o maño, diminutivo mañico), por el acento.

138 Recuerdos de Francisco Javier Urquía Zaldúa, 11 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 250, carp. 2, exp. 4.

139 Recuerdos de Francisco Javier Urquía Zaldúa, 11 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 250, carp. 2, exp. 4.

140 Recuerdos de Francisco Javier Urquía Zaldúa, 11 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 250, carp. 2, exp. 4.

141 Recuerdos de Francisco Javier Urquía Zaldúa, 11 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 250, carp. 2, exp. 4.

142 Recuerdos de Francisco Javier Urquía Zaldúa, 11 de agosto de 1975, AGP, serie A.5, leg. 250, carp. 2, exp. 4.

143 Nota necrológica de Javier Urquía Zaldúa, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación.

144 Nota necrológica de Javier Urquía Zaldúa, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación.

145 Nació en Madrid, el 5 de junio de 1924. Falleció en su ciudad natal el 22 de abril de 1975.

146 Cfr. María Hernández-Sampelayo Matos, Claves biográficas de un tecnócrata. José María Hernández-Sampelayo López (1924-1975), Madrid, Bubok, [2022], pp. 97-98.

147 Ibid., p. 100.

148 Fernando Maycas de Alvarado nació en Madrid en 1922. Estudió Derecho en Sevilla. Se trasladó a París en 1947, donde impulsó los comienzos del Opus Dei y donde preparó su doctorado en Derecho Internacional. Se ordenó sacerdote en 1951 y se doctoró en Derecho Canónico en Roma en junio de 1953. Fue Vicario judicial de la diócesis de Marsella en los años 80’ y después en París. Falleció el 12 de julio de 2014. Algún dato biográfico en Federico M. Requena – Fernando Crovetto, Salir de España entre la Guerra Mundial y la Guerra Fría: la expansión del Opus Dei en los años 40, SetD 14 (2020), p. 354; cfr. Décès de Mgr Ferdinand Maycas, https:// opusdei.org/fr-fr/article/deces-de-mgr-ferdinand-maycas/ [consultado el 24 de enero de 2023].

149 Entrevista con Fernando Maycas, septiembre de 2014, en Hernández-Sampelayo Matos, Claves biográficas, pp. 101-102.

150 Cfr. ibid., pp. 103-104. Manuel González-Simancas Lacasa nació el 19 de agosto de 1923. Estudió arquitectura. Asistió a un curso de retiro durante la Semana Santa de 1942, predicado por san Josemaría y pidió la admisión como numerario el 5 de septiembre de 1943. Trabajó en Roma como arquitecto, en la construcción de Villa Tevere, y en Torreciudad. Falleció en Madrid el 19 de enero de 2015. Cfr. Díaz, Expansión, pp. 175 y 295.

151 Cfr. ibid., pp. 105-108.

152 Cfr. Hernández-Sampelayo Matos, Claves biográficas, pp. 39-88.

153 Nació en Barcelona, el 14 de abril de 1915. Era hijo de Eugenio d’Ors (1881-1954), filósofo y crítico de arte. Falleció en Pamplona el 1 de febrero de 2004.

154 Recuerdos de Álvaro d’Ors Pérez-Peix, Pamplona, abril de 1976, AGP, serie A.5, leg. 1250, carp. 3, exp. 15.

155 Gabriel Pérez Gómez, Álvaro d’Ors: sinfonía de una vida, Madrid, Rialp, 2020, p. 285.

156 Probablemente sucedió cerca de las Navidades de 1942 o 1943, cfr. ibid., p. 285.

157 San Josemaría Escrivá de Balaguer, carta a Álvaro d’Ors Pérez-Peix, 12 de junio de 1949, en AGP, serie A.3.4, leg. 261, carp. 1, carta 490612-01.

158 Recuerdos de Álvaro d’Ors Pérez-Peix, Pamplona, abril de 1976, AGP, serie A.5, leg. 1250, carp. 3, exp. 15.

159 Pérez Gómez, Álvaro d’Ors, p. 286.

160 Cfr. ibid., pp. 453-455.

161 Cfr. ibid., p. 483.

162 Cfr. Rafael Domingo Oslé, Álvaro d’Ors: una aproximación a su obra, Cizur Menor, Thomson Reuters Aranzadi, 2005, pp. 38-42.

163 Si se me permite un recuerdo personal, durante mis años de estudiante de Derecho en Pamplona, tanto en clase como cuando coincidía a veces con él en la Villavesa –el autobús urbano pamplonés– fui testigo de esa solicitud. Don Álvaro imponía un gran respeto a nosotros, sus alumnos de Derecho romano, tanto por su exigencia como profesor, como por su prestigio, pero su conversación era cordial y sencilla, llena de pensamientos originales, muy personales, y por supuesto opinables.

164 Cfr. Nota necrológica de Alvaro d’Ors Pérez-Peix, sin fecha, AGP, serie M.1.3, pendiente de catalogación.

165 Cfr. Mt 5,13-14.

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