Un mar sin orillas

Caso práctico de Teología Moral. Sobre el trato con un familiar homosexual.

Caso:

Anastasia y su marido celebrarán próximamente su aniversario de matrimonio. Como todos los años, organizarán una sencilla celebración familiar. Unos días antes, reciben la llamada de su hijo Cayo en la que manifiesta que está viviendo establemente con otro hombre y que desea ir con él a la casa de sus padres, para celebrar con todos el aniversario de matrimonio.

Los padres, sumidos en un profundo pesar, deciden prohibirles la entrada en el hogar. Piden consejo a una de sus hijas, Hermenegilda, que es creyente. Una vez superada la sorpresa inicial, piensa que es necesario admitirles con normalidad. Argumenta que deben respetar la libertad de su hijo, su opción personal, y que ha oído a otros católicos que se debe ser respetuoso con aquellos que manifiestan esas tendencias, ya que son ellos quienes deben ir viendo la voluntad de Dios en su vida.

Anastasia está sorprendida porque toda la familia, incluso los abuelos, ven bien la situación de su nieto. «Yo lo que quiero es que mi nieto sea feliz», argumentan. Perpleja de que esta situación no cause el escándalo de épocas anteriores, pide consejo a un sacerdote para tener alguna orientación sobre la conducta más adecuada con su hijo y su pareja en situaciones de notoriedad social.

Una amiga de Anastasia, Ruperta, sin entrar en el núcleo de la cuestión, le dice a Anastasia que a ella le parece justo que, tratándose de una fiesta de Anastasia y de su marido, su hijo Cayo tratase de complacer a sus padres, evitando crear situaciones incómodas para ellos. No parece razonable que en una fiesta en honor de los padres el reconocimiento y la legitimación del discutible modo de vida de Cayo haya de convertirse en la cuestión central.

Se pregunta:

Quid ad casum?

Anexo

Es lógico que un caso teórico no pueda recoger la casuística concreta que se da en la realidad; son siempre situaciones complejas de afrontar y de aconsejar, en las que habría que considerar diversos aspectos.

1. Por una parte hay que vivir la caridad cristiana con Cayo, buscando lo que aquí y ahora mejor puede contribuir a su bien, evitando que se aleje de la familia y de la Iglesia. Cayo ha de percibir que, sin estar de acuerdo con su forma de vivir –la caridad también lleva a decir las cosas con verdad, aunque pueda costar, y requiere tiempo, paciencia y mucha inversión afectiva–, su familia le quiere y le comprende. Anastasia y su marido, como buenos cristianos, procurarán mantener la disposición de ayudar a Cayo a llevar una vida moralmente ordenada, dentro de lo posible y según sus circunstancias. Por ese motivo, cualquier acercamiento de ese hijo a la familia es un buen paso de acercamiento a unas buenas relaciones de convivencia y, quizás, también de acercarse a Dios.

A la vez, el cuidado a los demás miembros de la familia supone realizar un acompañamiento, en cierto sentido, también con ellos, mucho más si son menores: hablando, escuchando, explicando, compartiendo. Puede ser una buena oportunidad para tener conversaciones importantes, generar unión espiritual y de oración con quienes compartan el mismo pesar, intercambiar pareceres, y que todos vean que prima la caridad cristiana, sin ceder en lo que uno piensa que está bien. Se trata de aprender a estar unidos sin estar de acuerdo, sabiendo que no todo da igual. Por eso será bueno no minimizar la influencia que la conducta de la persona homosexual puede tener sobre el criterio moral de otras personas y sobre la educación de quienes están en las fases iniciales de desarrollo de su carácter. Por esa razón, en el caso de que Cayo asistiese a la fiesta con su pareja, para evitar situaciones tensas, sobre todo con menores presentes, habrá que concordar el cuidado de las formas, el saber estar cuando tenga a su pareja presente.

Abrir las puertas de casa al hijo y a su compañero sentimental no significa, de suyo, que se esté aprobando su conducta, pero hay que tener en cuenta que los gestos tienen fuerza y habría que considerar si con esto Cayo desea un cierto reconocimiento familiar de su “unión”. Por lo tanto, no se puede decir, sin más, que sea una acción moralmente ilícita. El mismo Jesucristo recibió duras críticas por ser amigo de publicanos y pecadores, y por recibir de buen grado el agasajo de personas con vida inmoral (la unción de la mujer pecadora, el convite de Zaqueo, etc.), aunque no dejó de animar a esas personas a cambiar de vida (p. ej., el diálogo con la mujer adúltera).

2. La cuestión tiene también otro aspecto que habrá que valorar. En la sociedad actual, Cayo es libre de estar con quien quiera y nadie le quita esa libertad. En la mayoría de los países las parejas homosexuales gozan de una hiper-protección jurídica, no obstante la cual están en una continua búsqueda de reconocimiento social y legal. Parece razonable que también Cayo desee vivir la caridad con sus padres, lo que le debería llevar a pensar que, puesto que se trata del aniversario de matrimonio de sus padres, ese día tendría que tratar de acompañar a sus padres y de darles gusto en todo lo que pueda, y evitar darles un disgusto o ponerles en una situación incómoda y tensa. Y menos aún ponerles ante una alternativa dolorosa: «O me dejáis llevar a mi compañero, o me enfado, me considero mal tratado y me alejo de vosotros».

Si hay que tratar con caridad a los parientes, no conviene colaborar a que se imponga aún más una cultura que niega una de las evidencias morales naturales más fundamentales, y que se opone claramente al designio de Dios expresado en la Revelación. No se quiere decir con esto que Cayo tenga culpa por tener esa orientación sexual, que responde a causas complejas que han actuado probablemente durante su niñez, pero tampoco se puede convertir en normal algo que no lo es, y menos aún aceptar que no quede otra libertad que la de aplaudir un estilo de vida objetivamente gravemente inmoral.

3. Dicho lo anterior, se sugieren a continuación algunas líneas de trabajo en un contexto más amplio. Puede ser bueno dar un paso atrás para revisar, en los propios padres, el modelo de educación que han dado, para que, si hubiera tenido carencias remediables, la solución que tomen ahora vaya en la dirección correcta, aunque no todo dependa de su empeño. La cuestión en juego es el bien del hijo, más allá de si pueden o no invitarle a una fiesta familiar. Algunos autores han hecho notar que, aunque en gran medida el origen de esa falta de armonía entre la identidad sexual biológica y la orientación afectiva de esas personas permanece inexplicado, en muchos casos tiene que ver con carencias educativas en su propia familia. Si la solución va a ser mantener alejado al hijo que experimenta esa confusión, quizá se continúe omitiendo una parte decisiva de la tarea educativa: ayudar a los hijos a reconocer y aceptar su masculinidad o su feminidad.

Es importante que los padres traten de formarse bien en estos aspectos con el deseo de ayudar a su hijo a vivir su situación según lo que enseña la Iglesia, que no se agota con la prohibición de los actos homosexuales. En este sentido, puede ser útil conocer las experiencias de otras personas que han descubierto en las enseñanzas de la Iglesia el modo de vivir con serenidad y paz su vocación cristiana [6] . Por otro lado, también hay que evitar que surja en los padres una conciencia de culpa, que les suma en un estado de desaliento: si hubo carencias educativas, probablemente fue sin ser conscientes, es más, creyendo que hacían lo mejor para sus hijos.

4. Cómo se pueden conjugar los diversos aspectos de la cuestión habrá que valorarlo prudencialmente en cada caso (p.ej., que estén presentes acordando un modo de estar; que solo acuda Cayo; cancelar la celebración). No hay una regla general aplicable siempre y en todo lugar. Los padres han de vivir la caridad cristiana con su hijo, tratándole con cariño y ayudándole en lo que sea posible, y el hijo debería hacer lo mismo con sus padres, evitando lo que pueda causarles disgusto y tensiones. El respeto ha de ser recíproco, y no puede entenderse de un modo injustificadamente unidireccional.

AA.VV.
Mayo del 2021

(Fuente: Collationes.org)

Notas:

[1] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 47.

[2] Cfr. ibíd., y también Amigos de Dios, n. 57.

[3] «Ahora comprenderéis todavía mejor que si alguno de vosotros no amara el trabajo, ¡el que le corresponde!, si no se sintiera auténticamente comprometido en una de las nobles ocupaciones terrenas para santificarla, si careciera de una vocación profesional, no llegaría jamás a calar en la entraña sobrenatural de la doctrina que expone este sacerdote, precisamente porque le faltaría una condición indispensable: la de ser un trabajador», Amigos de Dios, n. 58.

[4] Cfr. Amigos de Dios, n. 72.

[5] Es Cristo que pasa , nn. 48-49. Cfr. Melendo, T., La dignidad del trabajo , Rialp, Madrid 1992.

[6] Puede resultar útil el video Desire for the everlasting hills , subtitulado en muchas lenguas. También, aunque sea de hace ya unos cuantos años, un documento de la CDF sobre la atención pastoral a personas homosexuales (1986) recoge ideas útiles.

 

 

 

CONTENIDOS RELACIONADOS