Meditaciones
1. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (Mc 4,40)
2. Debilidad y fortaleza. La Comunión de los santos. Aprender a acompañar a los demás.
3. El fruto: un mayor deseo de Dios manifestado en el apostolado y el servicio a los demás
Examen
Acto de presencia de Dios
1. ¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe? (Mc 4,40). ¿Dejo al Señor hacerme estas preguntas? ¿Sé responderle con sinceridad?
2. Quizá hemos aprendido a valorar más conscientemente cosas que dábamos por descontadas (Mensaje del Padre, 15-V-20). ¿Cuáles pueden ser, en mi caso, algunas de esas cosas?
3. Yo estoy en medio de vosotros como quien sirve (Lc 22,27). ¿Me ha removido eficazmente la entrega generosa –en ocasiones heroica– de tantas personas? ¿Su ejemplo me mueve a intentar hacer realidad en mi vida que el alma de la sociedad es el espíritu de servicio?
4. La imposibilidad de recibir los sacramentos de manera ordinaria, especialmente la Eucaristía y la Penitencia, ¿me ha llevado a valorarlos y desearlos más?
5. La iniciativa de muchas personas ha mantenido e incluso potenciado las actividades formativas a través de los medios digitales. ¿Cómo se ha manifestado mi iniciativa, en este o en otros campos?
6. ¿Pido al Señor fuerza para llevar con buen ánimo las serias dificultades que este periodo haya dejado en las familias, en los ambientes profesionales y en las iniciativas de apostolado?
7. ¿Acompaño con mi oración y –cuando sea posible– con mi ayuda a las innumerables personas que aún se encuentran en situaciones particularmente dramáticas?
8. Ante las dificultades que se nos han presentado, ¿puedo decir que he aprendido a renovar la confianza en el Señor y a afrontar la situación «con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad»? (Papa Francisco, 8-III-2020).
9. ¿Qué he puesto de mi parte para que también estas circunstancias se convirtieran en ocasión para acercarme más al Señor y sembrar paz y alegría a mi alrededor?
10. Ante la situación global del mundo, ¿acudo muy especialmente a la mediación materna de Santa María, Mater misericordiae?
Acto de contrición
Charla: Esperanza: omnia in bonum!
Nuestro Señor está sacando y sacará mucho bien de esta situación. Cada uno de nosotros puede decir que hemos aprendido a valorar más conscientemente cosas que dábamos por descontadas (Mensaje del Padre, 15-V-20, del que se toman también las demás citas textuales). Un buen punto de examen puede ser precisamente identificar cuáles son para cada uno esas cosas que dábamos por descontadas y que tenemos que valorar más.
Ante las dificultades que se nos han presentado, hemos aprendido a renovar la confianza en el Señor y a afrontar la situación «con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad» (Papa Francisco, 8-III-2020).
Hemos intentado tratar más al Señor y acercar a Él a los demás. Dios se ha hecho presente en muchos ambientes y nos ha dado fuerza, como a tantísimas otras personas, para acompañar a quienes se han encontrado solos o han sufrido especialmente.
Acompañamos al Padre en su agradecimiento al Señor por el afán apostólico de mis hijas y de mis hijos que han empleado su creatividad y su tiempo para seguir difundiendo el mensaje de Cristo.
La iniciativa de muchas personas ha mantenido e incluso potenciado las actividades formativas a través de los medios digitales. Muchos han respondido con interés y agradecimiento. Hemos visto que podrán ser también en el futuro una gran ayuda para mantener la formación cuando existen obstáculos de distancia, enfermedad, etc., y para realizar otras muchas actividades.
Mirar el futuro con los ojos con que hemos contemplado ya en estas semanas tantas cosas positivas: sed de Dios, teletrabajo responsable –también los estudiantes–, uso de las redes, medios de formación más vivos… Incluso la imposibilidad de recibir los sacramentos de manera ordinaria –especialmente la Eucaristía y la Penitencia– ha llevado probablemente a valorarlos y desearlos más.
Renovamos hoy el propósito de secundar fielmente las orientaciones del Padre: pedir al Señor la fuerza para llevar con buen ánimo las serias dificultades que este periodo está dejando en las familias, en los ambientes profesionales y en las iniciativas de apostolado. Y acompañar con nuestra oración y –cuando sea posible– con nuestra ayuda a las innumerables personas que, en diversos países, aún se encuentran en situaciones particularmente dramáticas.
Para cada uno, este es el momento de un nuevo paso, firme y esperanzado, en el camino de nuestra vocación. «Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere» (Papa Francisco, Mensaje Urbi et orbi durante el Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia, 27-III-20).
Ante la situación global de este mundo nuestro, acudimos muy especialmente a la mediación materna de Santa María, Mater misericordiae (Mensaje del Padre, 15-V-20).